Parte 1

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Joder.

Se encuentra allí, recostada sobre la mesa de la cocina, su expresión es indescifrable, sus ojos acuosos, de un marrón fangoso, y sus labios secos, partidos y llenos de heridas sangrantes, su cabello es una maraña de hilos gruesos que parecen anidar a algún pájaro, no tiene brillo, al igual que su piel fantasmagórica que me eriza la piel, ¿Como entró aquí?

Nos miramos fijamente, ella tan solo mueve sus muñecas y se pasa de mano en mano el arma con el cual ha irrumpido aquí. Observo a mi alrededor, ¿Dónde está Ethan?

—Fuera… —es apenas lo que me dice con una voz monocorde, parece ida, perdida—. Estoy sola… muy sola…

Intento comprender sus palabras, basándome en lo que Christian me ha contado. Está atravesando una pérdida, no halla sosiego, necesita el control que alguna vez obtuvo de su parte, pero no hay forma adecuada de que lo obtenga.

Me mira fijamente, en especial mi cabello, su vista se desliza hasta la punta de mis pies, su expresión ruega por saber qué es lo que tengo yo que tanto lo atrae, incluso esa pregunta me ronda la cabeza cuando no tengo ninguna ocupación.

La respuesta de Christian ha sido en múltiples ocasiones relacionada con la luz y la oscuridad, cómo si fuésemos un juego de contraluces, de fuego e invierno, meros objetos que juntos representan algo más que simples nombres. Pero nosotros no somos objetos, ni nada por el estilo.

—¿Qué tienes tú qué yo no tenga? El amo te quiere, te desea, te deja dormir en su cama, te da todo lo que necesitas… —sus ojos afligidos me atenazan el corazón repentinamente en pánico—. Todas lo hemos intentado, Susana, incluso Leila, pero Leila nunca fue elegida, solo tú…

Me voy acercando lentamente, mientras continúa con su monólogo improvisado, tan solo menciona lo tanto que necesita ser amada, protegida, llevada sin necesidad de pensar en nada, dejarse llevar por el placer, pertenecer a alguien…

Sus palabras van calando hasta lo hondo de mi corazón, ¿Tanta es su necesidad de control para llegar a este punto? No puedo más que sentir pena por ella y cuestionarme si puede que alguna vez llegue a un punto cómo este…

Cuánto más me acerco, su mirada se torna salvaje, cómo si yo la estuviera amenazando, sus pupilas oscuras se dilatan y abre la boca, pero no hace nada. Me gruñe, nos miramos fijamente de nuevo y mi mano se desliza sobre las suyas, tomando suavemente el arma, tratando de reconfortarla.

—Leila, yo… —me quedo callada de repente, ¿Qué debía decirle?, ¿Darle garantías de algo que jamás pasaría?, ¿Luchar con el miedo que me atenaza la garganta y decirle que necesita ayuda?—. Siento lo de tu esposo, pero Christian no te ayudará, ni a ti, ni a mí…

Ver sus profundos pozos fangosos de necesidad y de dolor me hacen abrir los ojos, la siguiente puedo ser yo…

La siguiente soy yo.

Las imágenes del castigo sucedido hace apenas semanas me estremecen, la siguiente fui yo, soy yo. Ya lo viví, lo sentí, lo conocí. ¿Por qué regresé con él? Sencillamente porque lo amo y lo necesito. Pero soy consciente de que nunca seré lo suficiente para él.

Pude quedar igual que Leila, estuve igual que ella, ansiando a un hombre que necesita sanarse y no quiere.

Suspiro mientras hago presión sobre sus dedos para que suelte el arma y asiente, deja de sostenerla y cae al suelo, nos quedamos en silencio.

Ray estaría orgulloso de ver mi control sobre la situación, pero yo aún me hallo sobre pensando aquella revelación.

La puerta se sacude con violencia y un par de ojos grises oscuros me devuelven la mirada repentinamente preocupado, ruedo los ojos y me sisea.

Cruzando el camino.Where stories live. Discover now