🩸✨🖤𝓛𝓪 𝓼𝓪𝓷𝓰𝓻𝓮 𝓶𝓪𝓼 𝓹𝓾𝓻𝓪🩸✨🖤

🌄✨𝕰𝖑 𝖈𝖔𝖒𝖎𝖊𝖓𝖟𝖔 🌄✨

(Bienvenidos a esta fascinante narración que promete drama, suspenso y romance +18 en su debido tiempo. Aunque comparto numerosas historias, cada una surge de mi mente y debo plasmarlas para el futuro. Este relato, el más extenso hasta la fecha, constará de múltiples capítulos, o hasta que mi creatividad lo permita. Sin más dilaciones, comencemos...)

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— Saludos. Soy Alek Schäfer, el sacerdote de la majestuosa Catedral de Aquisgrán en Alemania. Proveniente de una familia de doble nacionalidad, mi padre fue un respetado sacerdote en Rusia, mientras que mi madre era alemana. Con cabello blanco heredado de mi madre albina y ojos azules oscuros, tengo un hermano gemelo y dos hermanos mayores. Mi nacimiento ocurrió el 13 de marzo de 1993, lo que me sitúa en mis 28 años actuales. Ingresé al seminario a los 18 años con la voluntad de seguir los pasos de mi padre, quien abandonó la iglesia para casarse con mi madre. Poseo numerosos secretos que revelaré solo a aquellos que sean discretos...
        
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—Llego a la catedral y me encuentro con el monaguillo Andrés limpiando los bancos—
Buenas tardes, Andrés. Que la bendición de Dios te acompañe.

—Amén, Padre. Estoy bien, acabo de llegar y estoy limpiando los bancos para la misa de las 6:00 pm. —Sonríe con nerviosismo— Estoy un poco nervioso, ya que será mi primera misa en Alemania.

—Oh, lo olvidé. Eres de intercambio, ¿verdad? No te preocupes por los nervios. —Coloco mi mano en su hombro, brindándole seguridad— Ya es hora, vamos a comenzar. —Camino por el pasillo de la catedral, escuchando el eco de mis pasos resonar a mi alrededor. Llegamos al vestuario clerical, donde me cambio y salimos para comenzar la misa—

Después de la ceremonia, me quedo para discutir los catecismos con algunas señoras. Casi todas se han ido, quedando solo yo con tres damas.

—Pueden traer a sus hijos, nietos o bisnietos para la primera comunión, ¿de acuerdo? —Sonrío sugestivamente—

—Por supuesto, Padre. No se preocupe. —Sonríen y se despiden—

Comienzo a caminar cuando escucho mi nombre pronunciado por alguien familiar, lo que borra mi sonrisa y me pone serio

—No tienes derecho a entrar así al templo de Dios, Kaled...

—No me hables así, Alek. Soy tu hermano mayor. —Se acerca y me toma del cuello de la túnica— Te haces el bueno para humillar a nuestros hermanos. Eres una mierda de persona.

—No digas esas palabras en el templo de Dios. No humillo a nadie. Ustedes mismos eligieron el camino del vicio y la inmoralidad. —Me libero de su agarre y comienzo a correr. Siento cómo me estrello contra la pared de los vestidores—

—Cállate. Eres un fracasado como sacerdote y como persona. —Me golpea, dejándome en el suelo, para luego marcharse sin dejar rastro—

—Me limpio la sangre de la boca, me levanto mareado y desvisto la vestimenta clerical. Guardo todo, tomo mi maletín y salgo de la iglesia con la mejilla roja y el labio roto. Camino hacia mi apartamento, aguantando las lágrimas y las ganas de gritar. Al llegar, me doy una ducha caliente, me pongo el pijama y me acuesto en el sofá para llorar con una bolsa de hielo en la mejilla, rogando en silencio—

—¿Por qué me sucede esto a mí? Confío en ti, Dios. Por favor, haz que mis hermanos reflexionen sobre sus errores en lugar de pedir castigo. —Tomando mi celular para distraerme, el dolor me vence y me hunde en un sueño profundo.—