Por favor no te cases

Prólogo

Hay algo mucho peor que dejar la cuenta de Facebook abierta en algún cibercafé del centro de la ciudad o llegar exageradamente tarde a la primera entrevista de trabajo de la compañía más prestigiosa de tu rubro.
<<Por extraño que parezca, si hay algo peor>>.
Es nada menos que haber borrado accidentalmente el único formato digital de una ridícula anécdota que terminas de contarle al mundo por primera vez. Sin copias ni respaldos en menos de tres segundos los años que dedicas a ordenar los recuerdos que aterran tu mente caen directamente a algún espacio de memoria -probablemente poco recuperable - del otrora "bendito notebook".
Y tal vez habría sido fácil para algún entendido en informática recuperar un archivo casi tan valioso como el primer café de un ejecutivo bancario un lunes por la mañana pero a mí desgraciada desdicha debía sumar el golpe que ese -ya no tan bendito aparato- de pantalla "14,5", vino a darse contra el suelo cuando accidentalmente una de mis piernas tiró del cargador en el afán de salvar la prueba de la odisea que casi me cuesta la vida. 
Ocurrió entonces, que mientras debatía con mis frustraciones si acaso en efecto era el mundo quien se empeñaba a que mis intentos de contar lo sucedido vieran la luz o si solo era una estúpida persona más creyéndose buen orador, un fuerte aroma a café con limón me arrebató por completo de mi estado de cólera. A mi espalda avanzando lento con la paciencia enfermiza que cargaba en sus espaldas, mi madre traía una tazón caliente que dejó en el escritorio y se retiró sin decir una palabra.
<<Mi motivación había regresado>>.
Dieciséis minutos más tarde, intenté hacer bailar mis dedos sobre mi antigua máquina de escribir, depositando a tinta y tecleo los tormentosos y horribles recuerdos que comenzaban así.