La Nueva Cepa

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Los pequeños ojos de la criatura la miraban con intensidad. Leire, que la estudiaba con interés, experimentó una emoción parecida a la ternura hacia ella, y se dedicó a sostenerle la mirada.

Las emociones que experimenta esta nueva cepa de seres, son diferentes a las volátiles, que no hace mucho tiempo atrás, expresaban sus ancestros. Y, aunque similares en apariencia, el virus que estuvo a punto de extinguir a la raza humana, hizo modificaciones substanciales en la nueva cepa que surgió.

Leire, admirando los rápidos movimientos que la rana emitía en su garganta, se sumergió en esos pensamientos que comúnmente la atormentaban en sus momentos de ocio...

Nuestros ancestros se encontraban distraídos cuando el virus llegó. Nunca pensaron que iban a experimentar algo así. Su sesgada connotación de su importancia en el orden del universo, los tenía aletargados en un falso sentido de seguridad. Esto hizo que el virus se abriera camino con rapidez, interrumpiendo sus vidas con pesadez. Fue solo cuando los sistemas de salud colapsaron, y los cuerpos se contaban por millones por día, que su inflado egocentrismo se reventó. Las horripilantes escenas de cuerpos apilados, se convirtieron en rutina. El vomitivo olor a descomposición se hizo presente, y al cabo de un par de días, se impregnó con naturalidad entre sus fosas nasales.

Líderes de aquellas divisiones a las que llamaban naciones, murieron. Ni siquiera las precauciones adicionales alrededor de esos individuos los salvaron. Tener un estatus social, poder y dinero no ayudó. La excruciante verdad de que todos eran iguales fue expuesta, y parece que lo entendieron. Pero la comprensión de esa noción tan básica, llegó demasiado tarde...

Una desolación colectiva se hizo sentir en cada rincón del planeta, lo que llevó a una ola de suicidios masivos. Fue entonces, cuando el valor de vivir no justificaba el luchar día a día por hacerlo, que el imaginario colectivo que sustentaba sus estructuras económicas, se derrumbó. El dinero, la fuerza central que guiaba la vida cotidiana de nuestros antepasados, demostró no ser el origen de la felicidad.

La fe, que en ese momento era una fuerza central para millones, a través de diferentes religiones y culturas, sumergió a los creyentes en un ignorante sentido de fortaleza, en una falsa ilusión de protección. Intentando hacer sentido del sinsentido en el que se encontraban, se escudaron detrás de esta. Su creencia en un dios que los protegía fue más fuerte que la realidad. Esto los llevó a minimizar los aportes de la comunidad científica; negando la asombrosa capacidad intelectual del ser humano; retrocediendo centurias de conocimiento adquirido.

Fue la ignorancia colectiva la que hizo que sucediera. Y una vez más, como lo demuestra la historia humana antigua, a sus dioses parecía no importarles, o quizás, disfrutaban del sufrimiento de sus creyentes, pues estuvieron ausentes durante el desarrollo de la catástrofe.

El virus no fue erradicado. Algunos de los nacidos en esa época, desarrollaron mutaciones en sus órganos, lo que les permitió adaptarse a él. Carecían de un conjunto de receptores en sus pulmones que eran a los que se unía el virus y ayudaban a incubarse y propagarse, provocando daños irreparables en el ser infectado.

De entre aquellos antepasados que se contagiaron y se recuperaron, acabaron muriendo un par de años después. Aquellos que lograron evadir contagio, lo hicieron a costa de implementar medidas drásticas; lo que implicaba una alteración tajante, y en muchos casos inconveniente a su forma de vida, y la mayoría no estaba dispuesto a alterar su día a día. Los no contagiados, optaron por operarse los pulmones para blindarlos. En aquellos tiempos, esta idea incendió voces apasionadas que los tacharon de inmorales por jugar a ser dioses. Nuevamente, la atención y esfuerzos de la humanidad se debilitó al enfocarse en el problema erróneo... En la perfección de la técnica, muchos de ellos perecieron, por ello es que quedan pocos. Y aunque muy parecidos a nosotros, es fácil identificarlos por el miedo y la tristeza que exhalan sus ojos.

No se nos permite tener contacto con ellos. Al principio de la nueva era lo hicimos, pero empezaron a notarse sus viejas maneras y querían contagiarnos con sus falsas ideologías, y su forma irracional de ver a los seres humanos y al planeta. No tuvimos otro remedio que tomar el control de la situación: exterminamos a algunos de ellos y permitimos que los últimos de nuestros antepasados, que no cometieron tal depravación, vivieran sus últimos días, si así lo deseaban. Esos, los últimos, habitan los bosques que se encuentran al otro lado del río. De vez en vez podemos ver algunas criaturas decrépitas agitando sus manos hacia nosotros. Algunos han dicho que pueden ver un líquido transparente que les sale por los ojos... claramente se están muriendo.

La nueva cepa no puede comprender la racionalidad detrás de los sistemas sin sentido que tenían sus antepasados: monarquías, bancos, sistemas religiosos... Todo parecía estar centrado en eso que llamaban dinero. Ese invento parecía otorgar poder, estatus y valor a una persona, "¡Qué idea tan abominable! ¡Qué cosa más destructora, menospreciadora e insultante para la vida humana!"

Abandonando su mundo interior, Leire se percató de que la rana deforme la miraba aún. Esta, al notar que el enorme espécimen que tenía frente a ella mostraba señales de vida, se giró dejándola sola con sus pensamientos. Leire se puso de pie y se mantuvo inmóvil hasta que el crac de la rana disminuyó su eco a través del bosque.

Tres tonos de oscuridad se habían instalado a su alrededor. Un viento fresco le acarició el rostro haciéndola cerrar los ojos. Sus oídos se agilizaron, permitiéndole escuchar murmullos a la distancia; su cuerpo se estremeció, era hora de regresar a su guarida.

La Nueva CepaWhere stories live. Discover now