Pasado

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Adelaida no tiene un reloj en su muñeca, pero su casa está repleta de ellos. Una vez, alguien muy sabio, dijo: Ten a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca. Adelaida le temía a los relojes. Irónico resulta que sus padres sean los relojeros del pueblo. Aquel pueblo de película escondido en medio de un paisaje pintoresco y soleado todo el año. En un lugar como allí uno perdería la noción del tiempo. No es el caso de esta chica de 17 años. Sus padres tenían la costumbre de, cada noche antes de irse a dormir, dedicarle el lema de la familia Brooks: "Préstale de tu tiempo al tiempo". Ella nunca le dio caso a esta frase, ni a lo que se referían sus padres al dedicársela constantemente. Hasta que llegó su cumpleaños número 7. Adel no recibió como obsequio la típica bicicleta sin rueditas, o su primer teléfono celular. Sino que se encontró dentro de la cajita, delicadamente decorada con papel rojo y verde, colores característicos por la fecha con la que coincidía su cumpleaños, un libro. No cualquier libro, uno viejo y lleno de polvo. Sus padres no se habían molestado en sacarle ni una sola partícula del serrín. "Secretos piratas" tenía escrito en la portada a modo de título. Como era de esperarse de una niña de 7 años recién cumplidos, Adel dejó ese libro debajo de su cama por 3 años. Y si ya de por sí el libro tenía polvo, cuando lo volvió a buscar a sus 10 años, había una montaña sobre él. No recuerda ni cómo ni por qué buscó ese libro, pero sí recuerda muy bien su contenido. Trataba sobre Barbanegra, William Kidd, Mary Read y otros piratas reconocidos. La historia real de ellos no le interesaba en lo absoluto a Adelaida, pero hay algo que llamó su atención. Leer el tiempo según el sol y la luna. No resulta fascinante que esto haya sido lo que la cautivó, sus padres relojeros se lo habían regalado con ese solo propósito. Consideraban muy importante saber leer el tiempo, pero no solo determinando la posición de las manecillas del reloj. O eso es lo que le dijeron a ella. Adel lleva 7 años consecutivos leyendo la posición del sol para saber cuando tiene que ir a merendar, o cuando se están por acabar las clases. Ella le presta buena parte de su tiempo al tiempo. Si ya le resulta irritante el impulso de mirar a cada rato hacia el cielo solo para descifrar los dígitos del tiempo, peor le resultaría con un reloj en su brazo.

¿Realmente sus padres se referían a esto cuando le recitaban su famosa frase?

En el bar rojoWhere stories live. Discover now