Anochecer

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Plebeyo insolente, ¿que se creía aquel hombre?, esbozó una sonrisa indignada para que la viera, ¿como se atrevía a tratarla con tal desplante e irrespeto?, no era ningún rey ni emperador para dirigirse de aquella forma hacía su inmaculada y bella ...

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Plebeyo insolente, ¿que se creía aquel hombre?, esbozó una sonrisa indignada para que la viera, ¿como se atrevía a tratarla con tal desplante e irrespeto?, no era ningún rey ni emperador para dirigirse de aquella forma hacía su inmaculada y bella persona, no veía ninguna corona en su cabeza ni una comitiva detrás suyo, un cambio solo tenía un cuero barato cubriéndolo junto a su identidad en la oscuridad del puerto, cuchillas escondidas por todo su torso y muslos como si fuera un asaltante que te quitaría hasta el alma si pudiera comerciar con ella luego. Una espada de tipo bastarda de mango cortó colgaba de su cintura oculta también por su oscuro manto, ¿y si era un mercenario? O ¿tal vez un sicario?, por eso la poca educación y nada de tacto, eso lo explicaría pero no caería en su irracional ni baratas provocaciones, seguramente tuvo un cuchillo en sus manos antes que una pluma para aprender a escribir y leer, sería un milagro que supiera hacer ambas, su túnica era de cuello alto así que no podía percibir más de el que sus grandes manos bronceadas y quemadas por el sol, delatando que trabajaba o pasaba mucho tiempo debajo de el, junto a un montón de cicatrices sobre su morena piel, esa patética voz suya que quería hacer sonar grave e intimidante. Era ridículo.

Eso era insultante si creía que con eso podía asustarla, quiso quemarlo vivo en ese momento, achicharrarlo como carne asada bajo las brasas en las parrilladas familiares; pero no sabía que buscaba con todo aquello, no estaba solo, otro encapuchado casi de su misma estatura estaba a su izquierda oculto entre las sombras pero ella pudo percibirlo fácilmente por su olor, su sentido del olfato era refinado así que pocas veces eran las que se les escapaba algo, olía a humedad, como el de una isla, a cuero y el característico olor metálico de la sangre...

Tal vez si eran sicarios después de todo... identificaba un aroma más pero no podía perder el tiempo en averiguar que era, tal vez cuando lo haga su tórax y cuello ya se encuentren bien abiertos sobre la madera del muelle pintándolos de rojo, ellos podrían despellejarla en segundos y su guardia no podía hacer nada aunque estuvieran a unos pasos detrás de ella, para cuando se movieran ya sería muy tarde, el acompañante llevaba también una túnica negra de mangas largas a pesar del calor pero este se veía más fornido y fuerte armado hasta los dientes para variar. [suspiró mentalmente] que conveniente, muy conveniente, que se haya topado de la nada con ellos, tal vez no fue un accidente después de todo.

Manga de criminales, los insultó mentalmente de nuevo, enrabiada por esos dos pueblerinos insolentes que no fueron capaces ni siquiera de realizar una mínima reverencia ante ella y ahora podían matarla con la facilidad que uno aplasta una simple mosca, era capaz de defenderse gracias a los entrenamientos de su madre y que había crecido en el frente pero iba desarmada y ellos eran dos, más grandes, más altos, la tomaron desprevenida, seguramente con mucha más experiencia que ella en combate, era un riesgo enfrentarse mano a mano a ellos aún teniendo a su guardia a sus espaldas su abuelo decía que un buen guerrero sabia luchar en cualquier circunstancia pero uno sabio sabia cuando blandir la espada y cuando dejarla en su funda.

Alas De Fuego| The Last PrincessWhere stories live. Discover now