Brujas

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Hacía años que se escuchaban de boca en boca aquellos viejos cuentos de terror, pero jamás habríamos imaginado que fuesen ciertos. No hasta que nos ocurrió a nosotros.

Era una tarde lluviosa de invierno en el viejo pueblo de Vall de Uxó, donde sus habitantes cumplían con sus rutinas como cada día, sin que nada especial les ocurriese. Exactamente igual que Iris, Luca, Luis y yo. Todos habíamos terminado nuestras clases y como casi cada tarde estábamos estudiando juntos en mi casa. Habíamos convertido el viejo comedor de mi piso, que hacía años que no usábamos, en un gran estudio que más bien para nosotros era como una biblioteca privada.

Estábamos los cincos sentados en la gran mesa central, concentrados en nuestras tareas. De vez en cuando alguno se levantaba para revisar algún libro de los que teníamos en las dos enormes estanterías que cubrían las paredes de la estancia, pero por lo demás todo estaba silencioso, solo se escuchaba el suave repiqueteo de la lluvia contra la ventana.

-Voy a mudarme- comentó Luca como quien no quiere la cosa. Todos levantamos la mirada a la vez, clavándola en él- Seguiré viviendo aquí, no os preocupéis, pero mi madre se ha quedado embarazada-sonrió con esto, su madre era una mujer de casi cincuenta y era una noticia de lo más inesperada- con lo cual el piso se nos queda pequeño.

Sonreí, no podía haber una noticia mejor en un día sombrío y lluvioso como aquel. Nuestro querido amigo iba a tener un hermanito, un bebé estaría en la vida de todos a partir de aquel momento y todos nos levantamos para abrazarlo y felicitarlo.

Nos mostró fotos de la casa. Era grande, con cinco habitaciones nada menos, una cocina-comedor enorme y un salón en el que podríamos pasarnos los largos fines de semana viendo películas o jugando nuestras queridas partidas de rol. Pero había algo que me resultaba familiar cuando nos mostró la fachada.

-¿No es esa una de las casas de las brujas?- preguntó iris, aclarando mis dudas, y nuestro amigo asintió.

-Eso no son más que cuentos de viejos- aseguró restándole importancia- además la casa es completamente nueva. De hecho no tardaremos más de dos o tres semanas en instalarnos, en cuanto mi padre termine con todo el papeleo.

Siguió contándonos sobre el inesperado embarazo de su madre y como estaba nervioso y emocionado a partes iguales. Era hijo único, como yo, y lo último que esperaba a sus 20 años era que su madre, con casi cincuenta, pudiese quedarse embarazada. Al principio ni su padre ni él podían creerlo. Pensaron que era una broma que la mujer quería gastarles hasta que les mostró no uno, sino tres test de embarazo. A partir de ese momento Luca se puso como loco de felicidad, pero su padre fue un terremoto imparable, empezó a hacer llamadas para que los mejores médicos llevasen el progreso del embarazo, a hacer cuentas y solo una semana después ya tenían apalabrada la nueva casa. Una de las casas de las brujas...

Las semanas pasaron deprisa y no tuvimos tiempo para mucha más cháchara. Estuvimos enfrascados en el estudio para nuestros exámenes, poniéndonos en automático. Íbamos a la universidad, comíamos y después pasábamos las tardes estudiando en casa.

El primer día de vacaciones, el 22 de diciembre, fue el día en que nuestro amigo nos invitó a ver su nueva casa. Íbamos felices, aunque Iris y yo, muy en el fondo, nos sentíamos algo inquietas.

-¿Entonces esta será nuestra guarida estas navidades?- preguntó Luis. Todos teníamos la misma edad excepto él, que era un par de años menor, pero de todos modos desde hacía un par de años siempre pasábamos las navidades juntos. Y cuando hablo de pasar las navidades juntos me refiero a desayunar, comer, cenar y dormir los cuatro en la misma casa. Normalmente era en casa de Iris ya que sus padres solían viajar con su hermano a sitios exóticos donde hiciese calor, odiaban el frío. Pero esta vez Luca nos prometió que podríamos quedarnos allí.

BrujasWhere stories live. Discover now