Death, nunca fue tan diferente

I

Hablemos de mi nacimiento, mi nacimiento creo que fue un domingo, no estoy segura, ah, por cierto, yo no hablo del día que nací como persona porque creo que ese fue un martes, no, yo hablo del día en que deje de respirar, el día en el que morí  y mi "alma" se separo de mi cuerpo. 

Una vez aclarado esto, sigamos,: tenía- y tengo- 17 años, había salido con unos amigos a lo que sería el fin de semana perfecto- que por cierto no lo fue- estábamos muy emocionados y ansiosos, y el día de marchar eso se noto mucho. 

Me levante antes que nunca y prepare el desayuno a todos. Al parecer debí hacer demasiado ruido en la cocina, ya que desperté a mis padres. Estos bajaron con una mirada soñolienta y la cara pálida pues estaban recién despertados.  Obviamente me regañaron, pero no tuvo mucho efecto porque mantuvieron un sonrisa constante durante toda la regañina.

Se despidieron rápido de mi y me ayudaron a bajar las maletas cuando Ana, la amiga con la que viajaría, toco el claxon del coche. Les di dos besos y rápidamente salí en dirección al coche. 

Al llegar al coche chillamos juntas como niñas de seis años por la ilusión, Ana tenía ese espíritu infantil que pocos suelen tener a su edad.

Conocí a Ana en una quedada que organizaba Margot, mi mejor amiga desde primaria, y si, sus padres eran ingleses, Ana era amiga suya por lo que coincidimos y nos hicimos amigas rápidamente pues era una chica muy sociable. Ella si que  podía conducir pues hace apenas unos meses había cumplido su decimoctavo cumpleaños, era de las mayores del grupo, seguida de cerca por mi.

Pasamos por casa de Margot que nos esperaba impaciente y nos saltamos la casa de José pues el iba en su coche junto con Ismael y María, otros amigos del grupo. 

Durante el viaje fuimos con las ventanillas bajadas y cantando canciones muy pasadas de moda, por lo que apenas se notaron las horas hasta llegar al hotel. 

Habíamos pensado en un pequeño pueblecito de  costa, no era de los más visitados porque el mar era, digamos... bipolar. Podía estar sereno y tranquilo y en pocos minutos bravo y lleno de olas, por lo que a veces resultaba peligroso. A causa de esto nos costo mucho convencer a nuestros padres que finalmente cedieron tras insistir mucho. 

Solo teníamos un fin de semana por lo que lo aprovechamos al máximo. Ya el domingo por la tarde, supongo que lo hicimos por "despedida" fuimos a los acantilados que daban al mar. José e Ismael querían tirarse  y, no voy a mentir, yo también. 

Al mirar desde el acantilado al mar me entro bastante miedo, pero como no quería irme del pueblo sin probar la sensación de adrenalina no me eche atrás. 

María estaba abajo por si acaso algo malo pasaba y Margot estaba arrimada al borde del acantilado para ver si cambiaba el mar o si ocurría algo extraño avisarnos.

-Las damas primero- recuerdo que dijeron ellos a la vez. 

Me prepare para salir corriendo hacia el borde. Sentía el pulso acelerado y tras dar una inspiración profunda salí corriendo. Todo pareció ralentizarse en el momento en el que levante la cabeza y vi la expresión horrorizada de Margot. Esta me gritaba que parase, pero yo casi había llegado al final de las rocas, frene mis zancadas y agité los brazos intentando parar. Margot estiró el brazo que y yo intente alcanzarlo desesperadamente pero no pude.

Me precipite al mar, al vació, a mi final...

Por intentar frenar acabe cayendo de lado. Recuerdo sentir un fuerte choque en un costado, el cual me saco todo el aire de golpe , escoció muchísimo,  como cuando me caía de "planchazo" a la piscina, y me tope con lo que hizo gritar a Margot que parase: un mar embravecido.

Cerré lo ojos y sentí mi cuerpo sacudirse violentamente contra las rocas. 

No me había dado tiempo siquiera a gritar y notaba que la vida se me escapaba entre los dedos, como cuando coges con los puños medio abiertos la arena de la playa.

Y así,... así es como nací.