Muñeco

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"En los viejos años... Si, esos en donde habían casas pequeñas, amplias calles, verdes y frondosos árboles en los que los pajarillos se escuchaban cantar por las mañanas y en donde en la noche los grillos e insectos no esperaban a hacer lo mismo, callando el silencio, haciendo parecer que las estrellas hablaban.
Esos años en los que la sonrisa de un niño valía muchísimo más que la de un adulto.
Esos años en los que la humanidad perdía esperanzas en los sueños, haciendo que estos se reduzcan al mínimo o que desaparezcan completamente.
Pero en muy pocos casos, se logra pelear en sueños. Se logra enamorarse en sueños. Se logra llorar en sueños. Se logra reír en sueños.
En muy pocos casos se logra vivir en sueños.
Aunque es más fácil, porque muchas personas están muertas en vida. Son sólo seres andantes.
Pero hay una excepción, porque en los viejos años, detrás de las pequeñas casas con árboles verdes y vivos, se viven los sueños, sin ser contados.


Esa excepción... esa "pequeña excepción" tiene nombre, así como tiene dos grandes ojos que son cubiertos casi al 65% por sus dos grandes orbes marrones y así como tiene un largo y despeinado cabello del mismo color que se posaba siempre por su pronunciada frente. Unas medianas manchas rosadas se posaban siempre en sus mejillas, tal cual, como acuarelas en su tez lampiña, producto de su hiperactividad y gasto de energía haciendo que éstas siempre estuvieran templadas.
Aunque el carmín de sus pequeños, pero a la vez casi gruesos labios, resaltaba aún más cuando éstos transmitían todo el tiempo palabras sin sentido.

Este pronunciado carmín sobre sus dulces labios y redondas mejillas desaparecía siempre que se le callaba, regañaba o cuando... tenía pesadillas."

Septiembre, 1973

— ¡Brendon! —Una voz del casi mismo tono que el del mencionado atravesaba la delgada ventana, mientras que tronaba constantemente a causa de las pequeñas rocas que chocaban contra ésta. Haciendo que unos ojos brillantes y grandes marrones se abrieran del otro lado.

Con rapidez, sus pies tocaron sonoramente el piso de madera, y a cada veloz paso que daba avanzaba aún más, bajando las escaleras, llegando así a la puerta principal.

Al salir, sus pulmones pudieron respirar aire fresco y su mirada pudo percibir la maravillosa luz que el sol de tarde le ofrecía.

Un niño de su misma edad, diez años, le esperaba sentado en la banqueta del otro lado.

— ¡Spencer! —Habló, mostrando sus pequeños y blancos dientes. — ¿Por qué no habías venido? — Su mano se posó en el hombro de su amigo, sentándose junto al él, escuchó detenidamente.

— Mis papás no me dejaban salir, no sé por qué, creo que fue porque mojé el asiento de la profesora, pero ella se lo buscó —Sus brazos se cruzaron, su ceño se frunció y un evidente enojo se reflejó en su tierno y joven rostro.

— Bueno, ellos se lo buscan

— ¡Exacto! Amigo... ¿Qué quieres hacer mientras tus papás no están? —Preguntó el pequeño de ojos azules.

— No lo sé, deberíamos hacer algo que ¡JAMAS HAYAMOS HECHO! —Su voz se alzó remarcando las últimas tres palabras.

— Uhm, no lo sé, ¿Ir al bosque?

Los dos se voltearon a ver con cara de sorpresa y los ojos abiertos. Eso jamás se les había ocurrido y la idea les encantaba a ambos. Buscar aventuras o, más bien, meterse en problemas era lo que más les llenaba.

Sonrientes, se levantaron y caminaron al mismo paso. Después de transitar por el largo camino que conectaba con el gran matiz verde y vivo lleno de verdes árboles y tierra fresca que les ofrecía la naturaleza, por fin llegaron pero ningún rastro de cansancio ni gota de sudor aparecía en sus rostros.

Muñeco «Ryden» //OSWhere stories live. Discover now