Treinta y uno.

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El tiempo pasaba mientras que Amanda y yo seguíamos allí, en la fría noche, abrazadas. De mi boca sólo salían sollozos pero ninguna palabra entendible. El contacto con ella en esos momentos era lo más reconfortante que tenía. Sus palabras me consolaban como nadie podía hacer. Siempre había sido mi principal apoyo hasta que llegó Damon y se lo llevó todo... 

Mientras que yo seguía empapando su pijama rosa y parte de su cuello, ella intentaba calmarme para que dejara de lloriquear. Sus susurros en mi oído eran casi imperceptibles pero podía entenderlos. Su mano no dejaba de acariciar mi espalda. 

Mi cuerpo temblaba debido a los sollozos del ataque de llanto que tenía. Amanda me apretaba más a su cuerpo hasta que logré tranquilizarme.

— Alex, ¿qué es lo que realmente te pasa? —preguntó directamente mirándome hacia los ojos. Ella sabía perfectamente lo que me ocurría pero quería que se lo dijera, que saliese de mis propios labios.

— Tengo miedo.

— ¿A qué temes?

— A que Damon no aparezca nunca más, a que nada de lo que pasó entre nosotros fuese real. A que sólo fuera un cebo para una misión policial. Quizás nunca le importé.—tragué saliva y tensé mi mandíbula para evitar que salieran más lágrimas de mis ojos otra vez.

— Alexandra, tenemos que concienciarnos de que Damon posiblemente no vuelva. Pero nunca se sabe, nada es imposible. Quizás siga en Inglaterra o se haya tenido que ir por lo de la galería de arte...

— Espera, ¿no sabes lo de Damon? —la interrumpí anonadada.

— ¿Qué debería saber, cielo?

— Damon era un agente infiltrado del FBI. Fue a rescatarme cuando estuve secuestrada y desde entonces no le he visto. Mis padres me acaban de decir que se ha ido. El FBI no comparte la información de su destino porque, ya sabes, es "información confidencial".

— ¿Me lo estás diciendo en serio? No tengo tiempo para bromas Alex, esto es serio.—respondió un poco... ¿enfadada?

— Te lo juro Mandy. Cuando le vi parado en la puerta de aquella prisión con el chaleco pensé que todo volvería a la normalidad. Que no fuera un asesino me alivió mucho. Empecé a crear, de nuevo, un cuento de hadas donde todo era rosa pero pasé por alto un detalle importante, ¿todas las palabras, las caricias, los besos, etc. eran verdaderos? Yo lo estoy empezando a dudar.— dije intentando que mi voz no quebrara de nuevo a causa de las lágrimas— Quizás sólo era parte de la misión. Fui una idiota, Mandy.

— Alex, no sabemos nada de eso. Lo mejor es olvidarnos de él. No te pido que lo hagas en este mismo segundo, porque sé que no es tan fácil como nos lo pintan en las películas pero necesitas sacarle de tu mente. Pasar página pero, a su vez, dejar doblada la esquina. 

Sabía que Amanda tenía razón, como siempre. Ella no consentiría que me destruyera por dentro poco a poco. Sé que haría todo lo que estaba en su mano para que olvidese a la persona que me dio todo durante muy poco tiempo. 

La puerta rechinó detrás nuestra. Amanda y yo seguíamos abrazadas y ni nos inmutamos. En realidad nos daba igual quien se encontraba en la terraza observándonos, era nuestro momento y nadie podría separarnos.

— Siento molestar pero no deberían estar aquí a estas horas.—dijo la voz familiar de un hombre.

Me giré para verle pero estaba demasiado oscuro y no veía bien su rostro. Me asusté. Una imagen me vino a la cabeza dejándome completamente helada. Yo seguía mirando en su dirección. 

Millones de recuerdos pasaron por mi mente en cuestión de segundos. Mi cuerpo se tensó y Amanda me miraba como si no me conociera. En su rostro había una expresión indescriptible. ¿Qué estaba pasando?

Secrets #Wattys2016 #WEAwards2º #PremiosMusaRomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora