Capítulo 11.

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Es muy difícil explicar la sensación de estar cayendo desde metros de distancia, por no decir imposible. ¿Alguna vez has sentido mariposas en el estómago? Pues multiplica eso por mil. Increíble, lo sé.

En estos momentos no soy capaz de hacer ni pensar en nada, como si mi mente estuviese dormida. La libertad es mágica, los complejos e inseguridades desaparecen unos segundos. Tan solo soy feliz. Desgraciadamente, todo acaba en algún momento. Nada más zambullirme en el agua, las mariposas y la adrenalina desaparecen sin dejar rastro. El frío invade mi cuerpo, incrustándose en el interior de mi cabeza.

Mis ojos se mantienen cerrados con fuerza y no soy capaz de mover las articulaciones. Pero por poco tiempo. Alguien me agarra del brazo, obligándome a impulsarme a la bendita superficie.

Empiezo a toser, ya del fuera del fondo, mirando el cielo.

Sigo agarrada a Mikel, el cuál procura que no vuelva a hundirme. Cojo grandes bocanadas de aire y agarro sus bíceps para mantenerme.

 -          Estás tonta, Saray. ¡Debes subir nada más zambullirte!

-          No… no me sueltes.

Me apoyo un poco en su hombro y el me sostiene, dándome un pequeño abrazo.

 -          La sensación fue tan… no tengo palabras para describirla. No me di cuenta de lo que hacía…

Sonríe, más calmado que antes. Comienzo a sonrojarme al darme cuenta de su ‘’abrazo-agarre’’. También al darme cuenta de que estamos a centímetros y el no parece con muchas ganas de separarse.

 -          Creo que ya puedes soltarme.

-          ¿Sabías que los mejores polvos se llevan a cabo en el mar?

-          Sigue soñando, cariño.

Se aparta con una traviesa sonrisa en los labios. Aunque puedo mantenerme a flote, no me separo mucho de el. Un escalofrío me recorre lentamente, cayendo en la cuenta del frío que tengo.

Sin previo aviso, un chorro de agua a presión me da de lleno en la cara. Mikel ríe y oculta su boca bajo el agua, para luego sacarla y escupirme más que antes.

 -          ¡Para! ¡Pareces un niño pequeño!

-          ¡Perdona, señorita ya soy mayor! – me lanzó otro chorro, y este acaba, por así decirlo, tragado por mi.

-          Serás…

Tiro mi dignidad por la borda y le imito con rapidez. Por culpa de la risa, el agua sale en un lastimero chorro de menos de un centímetro de longitud.

Mikel ríe mucho más que antes y me lanza más agua, consiguiendo que me pique. Nado hacia el y, con una mirada maligna, me abalanzo en su encima , hundiéndole bajo el agua.

Dejo que salga unos segundos y le vuelvo hundir, pero la sensación de victoria se desvanece en cuanto Mikel me agarra de ambas piernas y me tira hacia abajo. Otra vez soy la hundida, solo que ahora me doy cuenta de la situación y sé perfectamente lo que hago.

Salimos unos segundos a las superficie, para luego volver al fondo del agua y seguir picándonos.

Estoy agarrada de Mikel por la espalda, y el se remueve para que me baje.

Finalmente consigue tirarme, y justo cuando decido salir para coger un poco de aire, me rodea la cintura con ambos brazos.

Sonrío sin separar los labios, intentando aguantar un poco más el poco oxígeno que me queda. El hace lo mismo y nos quedamos mirándonos. Entrelazo mis brazos en su cuello, provocando que deba acercarme más a su rostro.

No sabría decir con exactitud lo que está pasando en estos momentos, pero algo dentro de mí quiere que suba a la superficie y huya, sin mirar atrás. Alejarme de el y no volver a verle. En cambio, otra parte no quiere separarse. Quiere avanzar en esta especie de amistad, seguir más haya. Incluso que yo misma de un paso ahora y me lance. Le hago caso a segunda parte, pero no de la forma que realmente me hubiese gustado.

Agito los brazos en señal de ahogamiento y el me deja libre con cara de resignación. Sube conmigo y cuando por fin puedo coger aire, nos quedamos mirándonos de nuevo como ahí abajo.

 -          Debería ir a casa. No creo que a mis padres les haga mucha gracia que aparezca mojada, así que…

-          Diles que te diste un buen baño con tu motero-malote azul.

-          ¿Motero-malote azul…?

Río como quien no riese hace mil años. El a los segundos ríe conmigo por la gilipollez que acaba de soltar.

 -          ¡Ignora eso!

-          Ni hablar, a partir de ahora serás mi motero-malote azul.

-          Mira niña, a ver si tengo que darte una lección de nuevo – susurra guiñando un ojo, provocando mí sonroje.

 * * *

-          ¡Estoy mueeeeerta! – exclamo nada más llegar a la puerta de mi casa.

-          No jodas… - responde con expresión preocupada.

-          ¿Qué pasa?

-          Se supone que ahora iba a entrar contigo a tu habitación para darte una buena lección.

-          Idiota.

-          Lo estás deseando, encanto.

-          Déjame pensar… ¡No!

Me abraza mientras ríe y le devuelvo el abrazo, para darle después un largo beso en la mejilla. Entro en casa y cierro la puerta tras de mi, gritando un sonoro ‘’¡Ya estoy aquí!’’.

Recibo la respuesta de mi padre, que sale del salón para mirarme con mala cara durante unos segundos.

Sonrío nerviosamente y desaparezco por las escaleras.

No te alejes de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora