Capítulo 17.

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Una sensación extraña me invade por completo. Si digo la verdad, nunca he ido de acampada, por tanto, no he dormido bajo el sol.

La luz me da de lleno en la cara, provocando que dé un movimiento brusco y ponga mis manos en los ojos. Gruño y mirando el suelo paso de estar tumbada a sentada.

El choque de las olas contra la orilla del mar es tranquilizador y apacible.

Unos brazos rodean tiernamente mi cintura. Le miro y sonrío.

Mikel dormido parece un niño pequeño. Su cara está relajada y la boca la tiene entreabierta. Da pena despertarle, pero no queda otro remedio. Le zarandeo con cuidado, pero él ni se inmuta. Como sea de sueño profundo aquí habrá muchos problemas.

 -          Mikel… - susurro – despierta, tenemos que irnos.

Nada, absolutamente nada. Ni siquiera le han temblado los parpados.

Quito sus brazos de mi cintura y me levanto.

Me dirijo hasta el borde del puerto y allí me arrodillo. Mojos mis manos en el agua y suelto una palabrota. ¡Un poco más y me quedo congelada!

Vuelvo hacia Mikel y por unos momentos la pena me invade. Le joderá esto, pero es la única opción para que se despierte.

Me siento a su lado y meto las manos por dentro de su camiseta, mojándola un poco.

Automáticamente su cuerpo se yergue asustado a causa del frío contacto de mi mano con su piel.

Mira a todos lados confundido hasta que se encuentra con mi mirada de culpabilidad.

 -          ¡¿Qué se te pasa por la cabeza?! – exclama indignado.

-          Lo siento, pero no te despertabas y…

-          ¿Me despertarás así todos los días?

-          ¿Todos los días? ¡Relaja! Que no llevamos ni un día juntos.

Se encoge de hombros y le ayudo a levantarse. Acepta mi ayuda y al estar de pie me empuja hacia él. Sonrío y me besa con dulzura, como si en cualquier momento me fuese a romper. Le muerdo el labio y me separo. Nuestras manos se entrelazan.

 -          Joder, tienes la mano congelada.

-          Que delicado, por favor.

-          Un momento… ¿me metiste la mano por dentro de la camiseta?

-          Mmmm, si.

-          ¡Me estabas metiendo mano sutilmente!

Río y asiento un poco sonrojada. No había caído en la cuenta de eso. Mikel se hace la victima, palpando su abdomen.

-          A saber que me harás cuando llevemos unos pocos de meses.

-          Secreto, ah.

Nos vamos del puerto sin ningún rumbo. Hace un día perfecto, al igual que los anteriores. Los pájaros cantan y apenas hay tráfico. Solo personas que hacen sus recados, trabajadores…

 -          ¡Mierda! – digo asustada.

-          ¿Qué? ¿Qué pasa?

-          ¡Es Jueves! ¡Instituto!

Llevo mi mano libre a la cabeza y muerdo mi labio. Últimamente falto mucho a clase y eso me traerá consecuencias. ¿Pero qué hacer? La mochila está en casa y no tengo ganas de enfrentarme a mis padres. Por otro lado, quedaría como una tonta si apareciese allí sin libros, cuadernos ni utensilios.

No te alejes de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora