Para no volver

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Nombre: Para no volver
Pareja: Kidou x Fudou
Serie: Inazuma Eleven
Historia/Edición: xlarazondeser
Descarga directa: En blanco y negro 4/20
Los personajes aquí presentados no me pertenecen, todos son propiedad de Level 5


Para no volver

(Akio Fudou)

Y de repente el tiempo se sintió como antes, como aquellos días de instituto en donde solíamos creernos grandes con un cigarrillo en la mano, ahogándonos con el humo, fingiendo esa madurez que hasta hoy en día a muchos nos sigue haciendo falta, queriendo correr cuando el camino se disfrutaba mejor paso a paso. Ese instante fue así, con ese olor particular, con ese "no sé qué" recorriendo la espalda entera hasta llegar a la nuca, con esos recuerdos que se hacían más frescos, como si hubieran sido ayer, como si esas risas aún se escucharan tan cerca, como si los amigos aun estuvieran dando la vuelta a la calle, contando esos tontos chistes...como siempre.

Fue entre la nostalgia, eso y unos tragos de alcohol, sus imágenes paseaban de un lado a otro en mi cabeza, como si no quisieran irse a dormir, como si todo lo vivido pudiera ser tangible, como si de una nueva oportunidad se tratara, pero era más que obvio que aquello no era verdad ¡Qué daría yo si así fuera! Pequeños suspiros escapaban de a poco, como esperando a que su voz los callara, que trajeran una vez más la calma que faltaba desde hace tiempo. Esa misma inquietud me hace voltear a mi alrededor, una pequeña foto acomodada perfectamente en el centro de la mesa se roba mi atención como en muchas ocasiones antes, su sonrisa...sus ojos.

La promesa de no olvidarte nunca había resultado ser un arma peligrosa, no como esas que usas para terminar con todo en un abrir y cerrar de ojos, no, eso era más parecida a aquellas que mientras pasa el tiempo más se entierra en el pecho y te hace sentir un dolor inmenso, algo inimaginable, algo que destruye sin importar que hagas, tan complicada había sido mi vida desde entonces, desde aquel día en el que todo terminó, así, tan de repente, justo como comenzó.

Las horas, los días, y así, hasta llegar a los años, tantos que pareciera mentira. Siempre con esa imagen en la mente, sin poder evitarlo y, por momentos, sin querer hacerlo, acompañado siempre por la soledad, donde no hay más palabras, ni risas, mucho menos gritos. Con pasos apresurados al salir del trabajo, pensando en cómo sería si tú estuvieras esperándome al momento de abrir la puerta del viejo departamento que guarda mis más grandes penas, sé que es tarde, que debo detenerme, concentrarme en algo más, pero parece inútil, inútil igual que yo, justo como dijiste antes de partir para siempre.

Y vuelve ese viento, ese que recorre mis manos con prisa, como si tuviera que llegar pronto a algún otro lado, vuelve y con él el leve recuerdo de algo tan tonto que solo me hace sonreír, debo darle las gracias, hace mucho que una sonrisa sincera no se dibujaba en mi rostro. Tomo asiento en una banca del parque, de esas de color gris que escasean gracias a la insistencia de la ciudad de que todo sea verde, una fuente cercana salpica sin piedad a un par de niños, su madre recurre tan solo a cubrirse la cara con ambas manos, sabe que no hay vuelta de hoja y enojarse no va a solucionar nada, sin más que hacer tan solo advierte que no mojen a la gente que pasa; los niños a esa edad no tienen remedio, sus travesuras inofensivas no tendrán un fin pronto.

El humo del cigarro que aun sostengo toma su propio rumbo, un suspiro más y termina de consumirse, mi mano tiembla despacio, parecen nervios o quizá la seña innegable de que debo dejar de fumar, parece sencillo, pero en la práctica no lo es tanto. Por un momento el mundo parece ir más despacio, como aquellos días en que sin permiso paseábamos por los parques con el suéter en la cintura y la mochila casi vacía, con esa adrenalina tonta que nos llenaba la cabeza pidiendo a gritos que nadie nos descubriera, como si de un momento a otro fuera a pasar algo extraordinario, como en esas viejas ocasiones, en donde todo nos sorprendía, en donde mirábamos arriba y no podíamos creer que tan grande era la ciudad, hoy, esa misma que parecía ser tan grande, la recorro en dos horas, de mala gana, aguantando el pésimo servicio de transporte público, hoy ya no sorprende nada, ni los arboles enormes en los parques, ni los grandes edificios, nada.

Para no volverWhere stories live. Discover now