Intro

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7 de septiembre de 2099

El universo brilla. En el cosmos parece que todo es oscuridad, que la vasta negrura predomina. Pero no es así. La auténtica verdad es que está lleno de luz.

Las galaxias resplandecen. Fulguran los soles, las estrellas braman, arden, chisporrotean, estallan. Y si desciendes más y más, puedes llegar hasta aquí. Puedes ver que también nosotros brillamos.

En nuestro frágil mundo azul, al caer la noche, una fina telaraña de resplandor ambarino se extiende, trazando el dibujo de nuestra civilización como el trazado de las celdas de una colmena, conectando a la humanidad a través de destellos dorados.

Donde hay luz, hay vida. Y eso son las ciudades: los hornos de la vida humana, donde todo se crea y se destruye, se corrompe y se sublima.

-¿En qué estás pensando?

La pregunta no pilló por sorpresa a Lynx. Tenía la mirada fija en el exterior, donde los neones del barrio rojo comenzaban a encenderse, parpadeantes. La lluvia caía con fuerza, mojando los cristales y haciendo que las gotas teñidas de luces arrastraran los colores sobre el vidrio. Dio un sorbo al café que tenía entre las manos y se encogió de hombros.

-En nada.

Aquella réplica se había convertido en una costumbre. A Lynx no le gustaba dar explicaciones, ni siquiera a sus amigos. Finn O'Reilly era algo parecido a eso. Tenía que aceptarlo. Después de tres años, era absurdo seguir negando la evidencia. Pero aun así, todavía no era capaz de responderle con honestidad a esa pregunta. Ni a él ni a nadie.

-Pues espabila, te he pedido una servilleta.

Lynx dirigió una mirada de soslayo al corpulento hombre que se acodaba en la barra de su bar. Alargó el brazo con pereza y arrastró el pequeño recipiente metálico hasta el plato de su compañero para que se sirviera él mismo. Finn gruñó y sacó un par de trozos de papel doblado, se limpió los dedos y siguió comiéndose la hamburguesa con buen apetito.

-Cada día te salen más buenas -alabó.

-Gracias.

Finn siguió hablando un rato sobre las artes culinarias de Lynx, y luego hizo una profunda disertación sobre el sabor de la carne sintética. Lynx dejó de escucharle al cabo de un rato, perdiendo de nuevo la mirada en el exterior y calentándose los dedos con la taza. Le gustaba el café caliente en las tardes de otoño.

«¿En qué piensas?».

Recordó aquella pregunta en otra voz.

Hubo un tiempo en el que las cosas eran distintas. Un tiempo en el que podía responder a eso siempre. «O casi siempre». Un tiempo no tan lejano, una época dorada que su memoria atesoraba con los tonos cálidos de las viejas videograbaciones, con los colores imposibles que solo existen en el recuerdo: mañanas más limpias, noches más sencillas. Dedos entrelazados con los suyos, la voz suave e infantil... la mirada curiosa fija en sus ojos.

«¿En qué piensas?», le preguntaba.

Adrian siempre quería saber la respuesta.

Y siempre, siempre era capaz de comprenderla.

. . .

O'Reilly

Todas las ciudades son iguales. Difieren en pequeños matices, pero en esencia son lo mismo. Henchidas de electricidad, vibrantes, pintadas en claroscuros, se dividen con líneas ilusorias en barrios, sectores y distritos. Esta distribución, invisible pero conocida por cada uno de sus habitantes, separa la urbe en capas. La zona buena. La zona mala. La zona rica. La zona pobre. La zona peligrosa.

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⏰ Ostatnio Aktualizowane: Nov 01, 2019 ⏰

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