La Fiesta de Santa

La brisa de aquel frío invierno acariciaba su rostro, mientras de su boca salía aquel humo de cigarrillo que calentaba suavemente aquellos labios que morían por volver a beber de aquel manantial de vida que robó una vez.

Sus zafiros ojos miraban aquella hermosa ciudad bañada por la oscuridad de la noche y adornada por las luces de las calles que le recordaban que siempre en cualquier momento oscuro de nuestras vidas, siempre existe la luz.

Colocó sus largos dedos entre su cabellera chocolate llegando a la resolución de que era de un corte. Si era hora de un cambio en su vida. Uno más se dijo, mientras recordaba que hacía más de dos años que era libre de aquella presión en la que vivió por más de 6 años.

Su carrera artística estaba en la cumbre y aunque su vida personal no fuese la soñada, estaba en paz consigo mismo y con la humanidad. Había entendido que sentirse bien era una decisión, no un estado y por ende con lo que tenía se sentía bien. Quizás no en plenitud, esa que soñó una vez tener, pero estaba resignado a estar simplemente bien.

El sonido de unas pisadas le hizo volver de sus pensamientos y voltear para ver a su eterna amiga quien le hacía señas con las manos para que se acercara.

Apagó la colilla del cigarrillo con la punta de su zapatos; de mal humor camino a ella a sabiendas de lo que esta quería.

La miró y vio cómo sus manos ahora se envolvían en aquella barriga de seis meses que llevaba la joven. Su mejor amiga pronto sería madre. Se había casado con el hijo de Robert Hattaway convirtiéndose en casi jefa del grupo y dejando de actuar para dedicarse a ser eso que jamás imaginó: Mamá y ama de casa.

— Vamos a llegar tarde por tu culpa —le reclamó mientras con la punta de su pie derecho golpeaba el piso

— Ya les dije que no soy payaso para andar disfrazado —fue la gruñona respuesta de Terry quien ahora la miraba a los ojos directamente sin siquiera pestañear. En qué cabeza cabía que él se pondría esa desfachatez de traje.

— No te estamos pidiendo nada del otro mundo. —refutó Karen— Y por ser tú —le dijo esta vez apuntándolo con su dedo índice — Sólo será dos horas y luego te vas

— No insistas Karen, no me vestiré de Santa. Y es mi última palabra— Le dijo comenzando a caminar hacia el interior de aquella suite que se había convertido en su hogar en los pasados tres días.

Habían recibido una oferta cuantiosa para que se presentaran varias noches en aquella ciudad y Karen no iba a permitir que por su más divo empleado, por que ella era ahora la jefa, perdieran aquel contrato, el mismo alcalde de la ciudad los había invitado y ya había corrido la voz de que ellos estarían presente lo que les aseguraba aún mucho más público a la compañía.

— Bueno ponlo de esta forma; varios esperan verte.

— Que sigan esperando —le respondió mientras se sentaba en aquel mueble escarlata que le permitía seguir viendo la ciudad.

— Terry piensa que es por una noble causa —le dijo la joven mientras se acomodaba junto a él.

— La causa "Más dinero para los bolsillos de la familia Hattaway". —le recriminó mirándola nuevamente a los ojos — No cuentes conmigo

— Piénsalo —le dijo parándose mientras se acercaba a aquel disfraz que había colocado sobre la butaca frente a él y acariciaba suavemente aquella tela de pana roja. — Muchos niños sueñan con conocerte y esta era la oportunidad de ver a su estrella favorita.

—sonrió ahora estaba a punto de cantar Bingo. Le iba a dar por donde le duele y saldría ganadora — Me imagino que leíste la invitación y te informaste que el evento de 101 Santa para los niños es para ayuda de niños de escasos recursos que viven en orfanatos y son ayudados por un grupo de mujeres que hacen todo lo posible por que estos tengan techo, comida caliente y ropa. —vio en sus ojos la indecisión, pero ella había dicho la palabra mágica "orfanato"; sano que todo lo que tuviese relacionado a aquella enfermera era un si absoluto.