Parte única

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Tu autodesprecio se disfraza de instinto mientras lloras en tu cama con los ojos abiertos. Tienes que vigilar la puerta, asegurarte de que nadie entra, nadie puede verte así.

Ellos no deberían estar en casa, en esta habitación, pero sientes el embriagador hedor del sufrimiento y el dolor y sabes que el demonio de tu cuarto está acostado a tu lado.


Te ves arrepentido pasando las yemas de los dedos por sobre las cicatrices de tus brazos, pero yo sé que sólo tratas de volver atrás en el tiempo hasta el momento en el que ese roce dolía, y regocijarte nuevamente en tu miseria.

Eres un adicto, antes fumabas sangre y ahora estás desesperado por ver rojo por todo tu cuerpo; yo sé que te obsesiona ese color. Tus muslos son suaves y te preguntas por qué no estropearlo, como todo lo que tocas, hasta que no quede nada y tengas que ir a urgencias en una ambulancia.


En tu cuarto llueve y tu almohada está mojada. Lloras. Lloras porque sientes demasiado, lloras porque no sientes lo suficiente, lloras porque esta inquietud paralizante te obliga a agarrarte agresivamente del cuello, lloras porque el frío quema tus manso heladas mientras escribes, lloras porque lo quieres todo y lloras porque no quieres nada.

No te entiendo, tú tampoco te entiendes.


Te ves sádico con un cuchillo en la mano derecha preguntándote si deberías a ti mismo o a tu reflejo en el espejo, pero entonces vuelves a llorar y solo te ves como un niño pequeño. Indefenso. Patético a tu parecer.


Un collar de metal afilado para presumir tu yugular cortada.

Andas descalzo sin rumbo, un camino de rosas, pero las espinas pinchan y se clavan en tus pies ya muy dañados y lo único que quieres hacer es tirarte muerto al suelo. Hasta que alguien te encuentre, hasta que alguien me encuentre, y nos mate por fin.


Odias la tele, odias la ventana y odias a la gente. Los odias a ellos y también te odias a ti, y si es por odiar, odias hasta el mismo sentimiento de odiar.

Quieres matar pero no puedes ver morir.

Quieres herir pero no puedes ver heridas.

Le temes a los actos y a las consecuencias pero temes aún más el no hacer nada.


Te morderías los labios los labios hasta arrancarte la boca para no tener que volver a hablar.

Te destrozarías los dedos hasta destrozártelos para no tener que volver a tocar nunca nada.

Te clavarías mil cuchillas en los ojos hasta que se te caigan para no tener que volver a ver nada.

Te golpearías una vez la cabeza contra el suelo hasta machacarte los tímpanos para no tener que volver a escuchar nunca nada.



Quieres quedarte vacío de ti mismo para que lo único que haya sea tú mismo.

Ansías ese control que inconscientemente ya tienes pero desperdicias.

Puedes y deseas para pero no te lo permites a ti mismo.


Ves todo objetivamente y en retrospectiva porque siempre has sido más clemente con el resto.

Necesitas ser quien más daño te haga para dejar de decepcionarte con las falsas sonrisas y los abrazos de lenguas afiladas.


Dependes de esa independencia dependiente de la independencia de las ideas de alguien más. 

Intentas sentirte libre en tu propia jaula pero estás intentando forzar la cerradura de nuevo.

Sufres por el sufrimiento que te causa ver sufrir a quién te hace sufrir y te sientes la peor persona por sentirte exasperado porque nadie se calla.


Juzgan y juzgan y siempre eres el culpable, pero nadie te manda a la hoguera porque eres el único que ansia consumirse en las llamas, y al final te castigan con lo más doloroso que podrían: la vida.

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⏰ Last updated: Mar 26, 2020 ⏰

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En la hogueraWhere stories live. Discover now