ESCENA PRIMERA

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Una mujer sola, la piel pálida, los ojos cerrados y el vestido blanco y largo se extiende 
por las tablas a su alrededor. Sobre su cabeza un velo que la rodea, que cae al suelo y 
conforma un círculo sobre las tablas que rodea la cola del vestido.
Marea abre los ojos.


MAREA


-Durante mucho tiempo fui una nube parada en un rincón, la esquina derecha del salón. Durante las mañanas, al medio día me daba el sol en el costado hasta más o menos la una. 

Costaba distinguirme entre tanto humo y polvo, puede que naciera de todo eso que volaba hacía todas partes, no lo sé. Dejé de serlo después de algún tiempo, no recuerdo bien cuando, de repente fui solo una gota de lluvia que mojaba tu almohada, hasta estar seca y volver a lloverte.

La ausencia de todos me ha vuelto un espectro, que ni asusta, ni recorre ni camina.

La pérdida de mi sombra me ha ido sumiendo, muy paulatinamente, en un sueño que no logro descifrar del todo. Desde el principio habito los lugares como si no viviera en ellos, como si ni saludar ni despedirme tuviera que hacer, puede ser que también sea porque en el momento en el que supieron que podía hablar me mandaron callar. Me quedé ausente y muda, una niña triste abrazando su almohada a cada momento.

(Permanece quieta, como en trance, su cara refleja calma y su mirada se posa en sus manos juntas sobre su vientre.)

No sé si alguna vez pude ver de alguna forma distinta a esta, separada del tiempo y del espacio, cubierta de sábanas, de niebla petrificada y sepultada debajo de un manto que no me deja. 

Tampoco me deja ser vista, no por completo al menos, solo como una estatua lejana y olvidada rodeada de una extraña aura de hilos y distancia.

He guardado todas las ofensivas en mi regazo, bien recogido y arropado cada noche bajo las palmas de mis manos y el calor de un latido constante. Solo cuando duermo mi aliento se calma y mi calor se atenúa, mi alma descansa.

Nunca me había permitido esto, decir al viento quien soy cuando dejo de ser.

Fuera de esta desdeñosa sinceridad soy ingobernable y todos los bozales me han quedado pequeños.

Sin embargo siento que pertenezco a este momento, justo a este, en el que me desvelo como mujer velada. 

(Se gira y su cuerpo queda enmarcado por su vestido y velo que se enrollan a sus pies.)

Parecía pertinente saber si los rugidos de tigresa no son la única forma de alzar la voz desde aquí dentro; he de admitirlo, cualquier otro día me encontraríais de una manera muy distinta, mi forma sería la de la madre osa que con mil flechas a la espada se lanza sobre los cazadores y los devora vivos, y aun así no os he mentido en ningún momento al presentarme así muda y ciega, callada y escondida.

Me ha cubierto el mar por dentro, han hecho subir la marea cada vez más con la esperanza de ahogarme en mi propio cuerpo.

MAREA O LA MUJER VELADA CUBIERTA POR EL MARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora