Y a pesar de su indiferencia, de sus constantes insultos y rabietas injustificadas, de sus bruscos movimientos y duras palabras, de su escaso romanticismo y de su adoración hacia el azabache de hace cincuenta años, Midoriya Izuku no se arrepiente de haber conocido a Bakugou Katsuki. Y mucho menos de haberse enamorado perdidamente de él. Aun cuando ahora, su preocupación hacia Yamikumo le destroce el corazón. Porque en el fondo, daría cualquier cosa con tal de ver feliz a Kacchan. Incluso su propia felicidad.