El privilegio de haberle conocido se resume a un año de su vida. Un privilegio conciso y sin mucho más que explicar, excepto su naturaleza misma: era amor. El más sano, el más completo y el más puro. Y privilegio porque era suyo, de nadie más. Fue el obsequio ganado a punta de humildad y buen corazón. Fue el privilegio ganado por ser, simplemente, ella misma.