Para los Sheikah, sus creaciones ancestrales eran simples máquinas, diseñadas y construidas para un propósito escrito desde los inicios del tiempo. Pero para las guerreras del desierto, los amos del cielo, los guardianes de las aguas y los protectores de la tierra, aquellas máquinas eran algo más; más que Bestias Divinas, o armas de destrucción. Eran un símbolo, una esperanza.