Cuando Finn Kavanagh posó sus ojos castaños sobre la profunda mirada de Bellamy Wood, algo extraño sucedió. No diré que fue amor a primera vista, porque así no sucedió. Al menos, no para ambos. Ellos no eran importantes. Pero sí muy distintos. Finn iba por las calles de Bristol sin permitir que los demás se percataran de su presencia; Bellamy, de vez en cuando, recibía miradas seductoras. Finn era un tanque de lágrimas que nunca se desbordaba, Bellamy se rompía tan fácil como el cristal. Finn era un simple chico, Bellamy era un poeta que escupía versos inconexos en un cuaderno maltratado. Irónicamente, hubo un ellos. Esta es la historia de dos adolescentes que arriesgaron todo por ser uno mismo. Sin importar lo que dijera la sociedad, sin importar lo que dijeran sus familias, sin importar lo que pensaran los demás. Porque cuando sus miradas se conectaron por primera vez, nada más importó.