La pregunta más repetida entre los sobrevivientes del caos fue, sin lugar a dudas, ¿cuántas veces se acabó el mundo antes de la llegada de los fugitivos de Dios? Y, por supuesto, de ella derivaron otras tantas como: ¿por qué este sí se siente como el fin? Mas, pese a que tenían muchas en mente que no los dejasen descansar, no hallaron respuestas certeras para ninguna de ellas. Aunque aquello quizás fuese culpa de que, antes de poder contestar, sus consciencias se diluían en la neblina que envolvía y escondía la realidad. Y es que, para el miedo de las bestias residentes en las penumbras, la destrucción recayó en las manos de los que alguna vez fueron humanos, controlados por las grietas en sus cráneos despedazados, unidos por humo negro y la sangre seca que les dejó el pasado. Para Esben, recuperar el poder de sus pensamientos en un mundo marcado por el olvido fue su perdición, y el sufrimiento de las personas a las que amó, su mayor dolor.