Los violines resonaban en el salón de tonos burdeos. Un camarero se contoneaba hacia mi, con la piel pálida y el pelo rubio teñido. Me dedico una sonrisa cómplice mientras dejaba una copa de vino oscuro, y se marcho con un movimiento bamboleante, desapareciendo entre las pesadas cortinas de terciopelo. Y con una sonrisa de deseo lo seguí. [...] Fue el mejor sueño que he tenido, por que estaba el.