Otro día, nuevamente al colegio, como siempre, se levantó, arregló y salió de su casa después de desayunar, no quería asistir pero él sabía bien que debía hacerlo, Shirou Fubuki, ese es su nombre, caminando por las frías calles de ese lugar con la cabeza baja, hacía ya varios meses en que las eternas burlas y los golpes le asechaban