31. El 3 De Noviembre

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La esperanza de una mañana más clara.

La esperanza de ganar un partido.

La esperanza de conseguir en futuro cercano más de esos besos o algo más. No iba a fingir que no quería el paquete completo de Jack Forbes; besos, arrumacos y largas conversaciones, en cualquier orden.

Al llegar a la esquina más alejada del estacionamiento, donde había una valla de acero que indicaba el final de la propiedad y la calle después, decidí que ya estaba lista para regresar. Podría enfrentar a Nicola y Claude y a cualquiera que se me pusiera enfrente, tenía una motivación más grande. Y estaba girando sobre mis talones cuando un ruido ahogado me hizo mirar a mi izquierda.

No debería haberme hecho mirar dos veces, solo era una fila de autos y un estacionamiento vacío pero algo me hizo mirar alrededor, hacia abajo del coche a mi lado donde un zapato de mujer había rodado sospechosamente. Apreté mis dientes y negué con la cabeza.

No es asunto tuyo. No es asunto tuyo. Date la vuelta y regresa, puedes enviar a alguien desde allí. Ya casi recibiste un disparo hoy...

Dios, debía ir a ver.

Rodeé el coche por el lado donde se abría la calle, lentamente y escuchando. Hubo otro de esos ruidos ahogados, como un grito través de los dientes apretados o algo muy cercano, luego un jadeo y una maldición.

Que sea lo que yo creo que es, por favor... Así podré irme y ya.

Pero no era nada de lo que podría haber imaginado, nada. Y no sabía si sentir alivio o asustarme, cuando el grito no fue ahogado sino que rasgó la noche como un alma en pena me decidí por asustarme.

— ¡Maldita sea! — bramó la mujer.

Porque ciertamente no era un monstruo, sólo era una mujer embarazada. Y enojada. Y a punto de dar a luz o algo parecido.

— Hola — dije acercándome con cautela.

De cabello castaño recortado a la altura de su barbilla, piel aceituna y grandes ojos, se movía incomodamente donde estaba sentada con la espalda apoyada en la llanta de un auto, había perdido ambos zapatos y a su otro lado tenía su bolso abierto con varias cosas sueltas.

Estaba en medio de un gran problema, podía verlo.

Giró su cabeza para mirarme cuando estuve a unos pasos de ella, unos rasgados ojos verdes humedecidos me miraron con angustia y terquedad mezcladas. Eso de necesitar ayuda pero ser demasiado orgullosa para pedirla aunque estuviera muy asustada, me tocó el corazón. Me acerqué los últimos pasos para arrodillarme a su lado y tomar su mano, si estaba a mi alcance darle un poco de consuelo y ayuda lo haría.

— Hola — dije con más suavidad, componiendo una sonrisa amable — Te ayudaré. Te ayudaré.

Ella asintió, agarrando mi mano con un apretón de muerte.

— Gracias.

— Soy...

— Lara Gallagher, lo sé — admitió, mucho más tranquila, como esa pausa que tenían entre cada contradicción. Su voz dejando de ser aguda — Todo el mundo te conoce.

El Quarterback Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora