—Tú eres igual, tratas a los demás como basura, pero eres un buen chico cuándo se trata de nosotras.-Señaló Nina intentando no reír cuándo su mejor amigo se cruzó de brazos como si estuviera ofendido por la simple afirmación que había soltado, pero era obvio que sólo estaba exagerando como siempre.

—Porque todos son basura excepto ustedes dos.-Mencionó como si fuera obvio provocando que una carcajada brotara de los rojizos labios de la dulce pelirroja.

Una sonrisa torpe brotó de los labios del rubio al percatarse que era la primera vez en todo el día que su pequeña mejor amiga reía libremente sintiéndose bien casi al instante por ser quién provocó esa dulce melodía. Estuvo preocupado toda la mañana y no podía negarlo, Nina era como su hermana menor y siempre intentaba solucionar todos los problemas que ella tenía, pero había algo que le estaba guardando y no le gustaba para nada.

—Creo haberles dicho que no vinieran a mi trabajo para actuar como idiotas.-Comentó cierta azabache de mirada cansada acercándose a la mesa dónde sus dos mejores amigos estaban esperando hasta que su turno terminara.

Pieck se la pasaba de trabajo en trabajo desde que había cumplido la mayoría de edad, todo para pagar todas las facturas del doctor que acarreaba en su espalda desde que su padre contrajo una enfermedad de la que no quería hablar demasiado, Nina y Porco la ayudaban en todo lo posible, pero aún así la azabache era un poco orgullosa y aceptaba la ayuda de sus amigos a regañadientes.

—Oh, vamos, no te hagas la dura, tú adoras tenernos al rededor, Pikku.-Exclamó el rubio con un tono meloso que sólo pudo provocar una suave sonrisa en la azabache a la par que negaba con la cabeza.

La mayor dejó un pequeño helado de regalo frente a la pelirroja dándole a entender que no podía rechazar su regalo y Nina lo aceptó pese a la dieta tan estricta en la que se encontraba porque sabía muy bien que esa era la manera de Pieck para consolarla sin emitir palabra alguna y la muchacha de pecas agradecía todos esos pequeños gestos que sus amigos tenían para con ella.

—¿Irán al partido de mañana?.-Preguntó la muchacha de ojos cansados entablando una conversación con sus amigos, después de todo no habían más clientes en ese momento ya que estaban muy cercanos al cierre.

—Evie es animadora y mis tíos me pidieron si podía grabar su rutina de mañana, así que si, iré, aparte me gustan esas cosas.-Explicó la pecosa antes de tomar una cucharada de helado de vainilla antes de comerlo con bastantes ganas.

Nina disfrutaba de todos esos eventos deportivos, era una atleta por naturaleza y se le daba bastante bien hacerlos, pero también adoraba ver un buen partido de fútbol americano, más con ese increíble equipo que tenían en su escuela. Por lo contrario Porco frunció el ceño al escuchar las palabras de la pelirroja y a Nina no le extrañó porque sabía muy bien cuál era el problema del rubio para con el equipo de fútbol americano de su escuela.

—Yo no iré, prefiero masticar vidrio antes de ver la estúpida cara de Braun durante más de cinco minutos seguidos.

Exclamó el Galliard antes de darle un sorbo a su malteada totalmente ofendido, como si la siquiera suposición de ver a ese imbécil haya sido suficiente para enojarlo. Nina estuvo apunto de reír cuándo vió la reacción de su mejor amigo y es que Porco odiaba a Reiner, lo odiaba desde que habían ingresado a la misma escuela y más aún lo hizo cuándo supo que a su mejor amiga de cabellos rojizos le agradaba el imbécil.

Nina estuvo apunto de decirle que conocía a Reiner y sabía que era un buen chico, pero sus palabras se quedaron atascadas en su garganta cuándo su mirada fue a parar hacia la calle que podía apreciarse desde el enorme ventanal de la cafetería. Sus enormes ojos verdes se abrieron con terror cuándo vió una figura bastante conocida a la lejanía, cerró sus ojos con fuerza cuándo pudo vislumbrar esos ojos verdes tan parecidos a los propios y cuándo los abrió ya no había tal figura, pero la preocupación en los ojos de Porco demostraban que ella misma se había visto muy afectada.

Queen of disaster; Jean KirsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora