—¿Quieres sentarte? —le preguntó, conteniendo una risilla.
El hombre sacudió la cabeza, sin quitar la vista de la televisión.
—No la estoy viendo —dijo. Louis le alzó una ceja, pero le dejó vivir en su propia mentira.
Su distancia de seguridad con el sofá se fue acortando según pasaron los minutos. Terminó a su lado, aún de pie y de brazos cruzados, pero finalmente cayendo en la tentación de hacer alguna que otra pregunta. Entre ellas —y aprovechando que la cinta decidió enredarse dentro del aparato— la que había estado toda la noche evitando hacerse a sí mismo.
—¿Por qué no vas a la fiesta de Halloween?
Louis levantó la mirada desde su nuevo asiento en el suelo, frente a la televisión. Tenía la carcasa abierta en su regazo, y sus dedos trataban de volver a enrollar la cinta de vídeo alrededor del carrete. Carraspeó, volviendo a dicha tarea al instante.
—Porque tengo que arreglar esto.
—Dámela. —Sintió que Issam se sentaba en el reposabrazos del sofá y estiraba una mano hacia él. Louis se lo pensó un segundo, pero —al ver que solo la estaba liando más— terminó inclinándose para tenderle la cinta. El hombre no hizo nada con ella además de dejarla sobre el sofá—. Estará arreglada cuando vuelvas.
Apretó los labios, dejando caer sus hombros. Le costaba mucho más ignorar la culpa de quedarse en casa si alguien le recalcaba que había planes mucho mejores ahí fuera. Planes que, desde que llegó a la ciudad, siempre había disfrutado.
Se lo pensó durante el segundo que tardó en inspirar hondo, y algo se le removió en el pecho en ese momento.
No se había pasado toda la vida restringido bajo toques de queda para acabar encerrándose por voluntad propia en una ciudad libre.
Terminó levantándose, ignorando la pesadez en sus hombros que le empujaba a dudar de nuevo.
—No creo que esté mucho tiempo.
Issam le hizo un gesto despreocupado.
—El que te apetezca.
El ambiente festivo se hizo presente al instante en el que llegó a la calle principal. Se cruzó con un grupito de niños que jugaban entre ellos, disfrazados con sábanas raídas y caretas mal hechas, y en los alrededores de la cantina encontró a gente charlando con vasos de cristal en la mano. Se animó al distinguir la voz de Michael Jackson retumbando en el interior.
Cruzó la puerta, sabiendo lo que iba a encontrarse. Todos los años era igual; apagaban las luces grandes y solo dejaban encendidos los tenues apliques de las paredes. Sacaban todas las mesas para que la gente pudiera agolparse libremente en el espacio, y del techo colgaban los dibujos recortados en forma de arañas y calabazas que los niños hacían en el aula.
Se adentró en la cantina, comenzando a abrirse paso entre los cuerpos que bailaban al ritmo de una canción de David Bowie mientras echaba vistazos sobre sus hombros en busca de alguna cara conocida.
En algún punto, alguien le tocó el brazo.
Antes de girarse del todo, ya había distinguido las inconfundibles placas de hongos de un chasqueador en el borde de su campo visual. Se tragó todo el aire de la habitación, y llevó la mano al borde de su pantalón por puro instinto.
Infló las mejillas sin remedio cuando, al momento de encararle de frente, el presunto infectado deslizó la careta sobre su cabeza y reveló su identidad. Era Shane, y se estaba partiendo de risa sin ningún tipo de pudor.
—¡Qué corazón más pequeño el tuyo! —se burló, dándole un golpecito en el brazo.
Louis resopló, cerrando los ojos un segundo.
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Through the Valley
FanfictionLouis nació después del fin del mundo. Se crió en una zona de cuarentena de la que escapó a sus dieciocho, y guardó todos sus traumas en un diario que cerró para siempre tras encontrar un hogar donde sanar las heridas. Pero el fin del mundo sigue a...
Capitulo 8
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