"¿Estás tratando de alejarme?". "Ehm...".

"De todas formas no tiene caso que lo hagas", lo interrumpió Mangel mientras fijaba sus ojos en los de Rubius y le decía: "Rubén, puedo renunciar a todo, pero no a ti, eres mío".
Rubius lo miró sin comprender y sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La mirada de Mangel era tan intimidante como la de Samuel.

"Te dije que te daría tiempo para que lo pensaras, y lo haré". Mangel extendió la mano, tocó su mejilla y sonrió. "Pero espero que eventualmente me des una respuesta satisfactoria". "Pero Miguel, por más que lo intentes no podrás hacer que las cosas sean como antes...".

"Descansa un poco, ya vendré a visitarte tan pronto tenga tiempo". Agotada su paciencia, Mangel cortó su frase maleducadamente y se despidió antes de marcharse.

Al ver su figura desaparecer tras la puerta, Rubén se quedó en blanco por un momento y luego suspiró profundamente.

Mangel ya no era el mismo y Rubius ya no era el Rubius que solía ser.

Esa noche, Rubén se quedó dormido muy temprano.

Ya a la medianoche, Mangel se metió de puntillas en la habitación y se paró al borde de su cama. Se quedó allí inmóvil por un rato, tan solo mirando la cara dormida de Rubén.

Rubén era el Hombre que le movía el suelo, ¿Qué diablos debía hacer con él?

Mangel ahora tenía un dilema. Por un lado, no podía fingir que no estaba enojado con Rubén y por el otro, no podía soportar la idea de que él hubiera estado con otro hombre. ¡Con su tío!

La sola idea hizo que su corazón ardiera como el fuego del infierno.

Ahora que estaba convencido de que Rubén lo había estado engañando, no tenía por qué seguir cargando con la culpa.

Después de un rato, finalmente se acercó a él y se inclinó para darle un suave beso en los labios. Un sentimiento de satisfacción lo embargó por completo.

¡Rubén era suyo!

En cuanto a Samuel, no le importaba en lo más mínimo.

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A la mañana siguiente, en Karmaland.

Samuel yacía inconsciente en la unidad de cuidados intensivos, mientras que su padre, el señor Rogel, ya había roto varias muletas de la ira en la sala de espera que estaba afuera.

"¡Míralo! Mi buen hijo ¿Acabado así por un Hombre? ¡Eso es completamente ridículo! ¿Quién es el? ¡Tráelo ahora mismo!".

El corazón de Andrés se aceleró de inmediato y le suplicó: "Por favor, no se altere, señor Rogel. El señor Samuel estará bien".

"¿Me tomas por tonto? Te hice una pregunta, ¡contéstame quién es el!", dijo el señor Rogel con ojos inquisitivos. Andrés estaba empapado en sudor, preguntándose cómo haría para explicarle al señor Rogel la situación. "¡Lo dejaré en paz por ahora, pero si Samuel no se despierta, encontraré a ese Hombre y haré que lo entierren con él!".

El señor Rogel estaba furioso, pero no tenía una pisca de estúpido. Lo que acaba de decir era solo su forma de lidiar con la ira.

Era lo suficientemente inteligente como para saber que si mataba a el Hombre por el cual su hijo había dado la vida, traería muchos problemas para su familia, especialmente cuando Samuel recobrara la consciencia.

Él sabía que, si a Samuel le importaba tanto ese Hombre, podía usar eso como una ventaja.

Temeroso de ofender al señor Rogel, Andrés solo asintió repetidamente.

Después de un tiempo, el médico finalmente salió y le informó al señor Rogel: "Señor Rogel, el señor Samuel ya no se encuentra en estado crítico y lo transferiremos a la sala de recuperación cuando sea el momento. Esperamos que se despierte dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes".

Andrés dio un suspiro de alivio y agradeció al doctor, mientras que el señor Rogel mantuvo una cara seria y miró hacia la UCI: "Infórmame cuando se despierte".

"Sí, señor".

Escoltado por un grupo de guardaespaldas, el señor Rogel se alejó, estirando una nueva muleta, sin mirar atrás.

De vuelta en el hospital donde estaba Rubén, Mangel parecía no verse afectado por su rechazo y no dejó de visitarlo para cuidar de él.

Aunque Rubén estaba cansado de Mangel, su actitud no fue tan dura como solía serlo, ya que pensaba que realmente había arriesgado su vida por él. Además de eso, el comportamiento de Mangel también parecía haber mejorado drásticamente.

Cuando Rubén fue dado de alta del hospital, pensó que finalmente podría tener algo de paz. Pero lo que no sabía era que Mangel había sido dado de alta el mismo día que él.

Los besos de SamuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora