Capítulo 41

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BESO DE MEDIA NOCHE

NOZOMI

Un anhelo por la lluvia me invadió, no solo por su frescura tranquilizadora, sino porque bajo ella, Francisco se había mostrado más cercano, más real.

Una sonrisa se dibujó en mi interior, anticipando su regreso. La puerta se abrió y al girarme, lo vi allí, con una inquietud notable. Nuestras miradas se encontraron y, tras cerrar la puerta, se acercó a mí. Tomó mi cintura entre sus manos y apoyó su barbilla en mi hombro. A través de la ventana observaba su imponente figura, encorvada por la altura que lo diferenciaba de mi pequeña estatura.

—¿Francisco?— pronuncio su nombre, con la preocupación latente por la ira que había mostrado en el comedor.

—Tengo ganas de estrangularla— gruñó, su cálida respiración rozaba mi cuello. —Pídeme que no lo haga. Pídeme que me quede a tu lado— su agarre se intensifica.

Sus palabras me desconcertaron, pero no pude evitar responder a la intensidad de su mirada. —No lo hagas— le supliqué. —Quédate conmigo— murmuré, sin ser del todo consciente de lo que mis palabras implicaban.

Su mirada penetrante me estremeció. Sus dedos acariciaron mis mejillas, seguramente sonrojadas por la emoción, y una oleada de deseo recorrió mi cuerpo. A pesar de las barreras que nos separaban, de la diferencia entre vampiro y humana, amo y esclava, mi deseo hacia él era cada vez más intenso.

Mis manos se elevaron, acariciando su barbilla y deslizándose por su mejilla, provocando un leve temblor en su cuerpo.

—Dije que te dejaría hacerlo primero— susurró.

—¿Hacer qué?— pregunté, confundida.

—Esto...— murmuró antes de que sus labios rozaran mi mejilla, enviando una ola de escalofríos por mi piel. Un deseo ardiente se apoderó de mí, anhelando no solo sus caricias, sino también la marca de sus colmillos en mi piel.

Era un deseo prohibido, imposible, pero no podía negar la atracción que sentía por él. Mi corazón latía con fuerza, sumida en una mezcla de miedo y placer que me consumía por completo.

En cuanto se aleja, sus ojos se tornan rojos como la sangre. Se relame los labios y, sin previo aviso, hunde sus colmillos en mi piel justo debajo del hombro. Un dolor agudo me recorre, pero su mano acariciando mi cintura lo borra por completo. En ese instante, solo anhelo sentirme amada, sentir el calor que invade mi cuerpo con su toque.

—Fran...— susurro, mezclando el dolor con el placer que me provoca su cercanía.

Sus actos me indican que él también desea más, y no se aparta de mi lado. Cierro los ojos, enviandome a un sinfín de imágenes y sucesos que me resultan tan ajenos como sangrientos. Tan perturbadores que deseo alejarlos de mi mente. Pero entre las imágenes fragmentadas, una destaca con claridad. Hay tres hombres rodeando a una chica, su cuello agarrado con fuerza por uno de ellos. No puedo distinguir su rostro entre los otros tres, pero la sonrisa malévola de ella me cautiva.

Francisco se aparta y presiona sus dedos sobre la mordida que ha dejado en mi piel. Traga saliva y murmura —Cada vez que muerdo...—se acerca a un mueble, abre un cajón y saca una pequeña curita que coloca sobre la mordida. —Veo cosas...la mayoría de ellas...— me mira con intensidad —sangrientas.

Asiento, identificándome con sus palabras —Yo también—.

Me mira, asiente y me abraza con fuerza. —Lo siento— dice con sinceridad.

Lo abrazo sintiendo el dolor de mi pasado resonar en mi interior. Ambos compartimos un pasado marcado por el sufrimiento, una conexión que nos une a pesar de las diferencias que nos separan.

Francisco me recuesta en la cama, mi cuerpo se sentía un poco débil por la sangre que había bebido. Además, me había prohibido beber del liquido que me daban en La Esclavitud, así que descansar me ayudaría a recuperarme. Un poco de café caliente también me haría sentir mejor.

Le di un sorbo al café y una sonrisa se dibujó en mi rostro. ¡Era delicioso! No recordaba haberlo probado antes.

—¿Te gusta? —preguntó Francisco con una sonrisa.

—Sí, mucho— respondí. —Es extraño, porque es amargo, pero a la vez tiene un sabor dulce.

—Si, es bueno— dijo, —pero no se compara con la dulzura de tu sangre— se rie, y yo no pude evitar sonrojarme.

Mientras bebíamos café, la lluvia caía con fuerza sobre el ventanal. Un silencio cómodo se apoderó de la habitación, hasta que decidí irrumpir.

—Es extraño— dije, —antes de todo esto me aterraba que me mordieras. Pero ahora...no me da tanto miedo.

Francisco me mira con atención.

—En La Esclavitud me contaron que inyectabas un veneno que podía matar a cualquiera si así lo deseabas— continué, sintiendo una mezcla de curiosidad y miedo —¿Es verdad?

—Sí— respondió con seriedad. —Es parte de mi naturaleza vampírica.

—¿Y por qué no me...?— empecé a preguntar, pero él me sonrie.

—Ah, ya veo— dije con una sonrisa irónica. —Tú no eres como los demás vampiros. Tú estás en contra del gobierno del Gran Señor Robny.

Asiente con la cabeza. —Detesto su régimen— dijo con firmeza. —Y nunca haría nada que te pudiera poner en peligro.

Recordé a Akemi, la chica que conocí en La Esclavitud y que ahora era esclava de la princesa Airen. Me preocupaba su bienestar y le pedí a Francisco que interviniera. Él, aunque frustrado por la situación, prometió hacer algo para ayudarla.

Las horas pasaron y la lluvia continuaba su danza sobre la ciudad. No podía dormir, mis pensamientos eran un caos de emociones. De repente, sentí la presencia de Francisco detrás de mí. Me acurruqué en sus brazos, sintiendo una seguridad que nunca antes había experimentado.

Francisco me preguntó si tenia sueño. Le respondí con sinceridad que no y le confesé mi duda del porque no tenia sueño —¿Por qué me quieres a mí? Nunca nadie me ha querido—

Sus palabras resuenan en la oscuridad —Despertaste en mí algo que creía imposible—.

Me quedo en silencio, sintiendo mi cuerpo temblar.

—No sé qué nos depara el futuro, pero sé que quiero estar contigo, sin importar lo que pase.

Se inclinA hacia mí y sus labios rozaron mi frente. Luego, con una voz ronca y llena de deseo, me susurróA—He estado deseando besarte aquí—.

Entonces me acerqué a él, cerrando los ojos y entregándome a ese beso tan esperado. Era un beso diferente a todo lo que había experimentado antes. Sus labios eran fríos al principio, pero se fueron calentando con cada roce, transmitiéndome una sensación electrizante que recorrió todo mi cuerpo. Un sabor extraño, mezcla de dulce, que me llenó de una sensación adictiva.

Nos separamos después de un tiempo que pareció una eternidad, jadeando por aire. Mis ojos se encontraron con los de Francisco y en ellos pude ver la misma intensidad y deseo que yo sentía. En ese instante, supe que ese beso marcaba un nuevo comienzo en mi vida, un comienzo junto al vampiro que me había salvado.

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Dama de un vampiro ✓Where stories live. Discover now