Se abren las puertas del elevador y José Luis sale del espacio para luego mirar a la doña.

– Por el error que tú cometiste...– continúa– estamos atrapados aquí en esta mentira y nos estamos salvando mutuamente el trasero– le estira la mano– Ahora ¿Podemos irnos?

Con duda y fastidio, Altagracia sale del elevador sin aceptar la mano del empresario. Éste sonríe por lo testaruda que podía ser la doña. Ella realmente lo hacía enfadar constantemente, parecía que le divertía hacerlo poner de malhumor, no encontraba otra explicación para sus actitudes.

Caminan separados hacia el coche de José Luis. Cuando llegan, el empresario le abre la puerta del copiloto y la hace entrar. Da la vuelta por el vehículo y se sube en el lado de piloto para luego echarlo a andar.

Durante el trayecto van en silencio. Altagracia no tenía intención de romper con la incomodidad entre ambos y a decir verdad, José Luis tampoco tenía ganas de seguir rogándole un poco de simpatía a la rubia.

Ella no vuelve a preguntar hacia donde la llevaba, por lo tanto, cuando llegan y se estacionan frente a una joyería de renombre ella queda demasiado confundida como para siquiera preguntar qué hacían ahí.

El moreno baja del coche y luego le abre la puerta a la rubia, quien acepta su mano esta vez para descender del vehículo. Le ofrece el brazo para entrar en el lugar y ella, en silencio cruza el suyo en el de José Luis sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo a pesar de la ropa que impedía el contacto piel con piel entre ellos.

Cuando ya se encuentran dentro, un señor ya de edad los recibe amablemente.

– Buenas tardes, señor Navarrete– dice con una sonrisa– Buenas tardes, dama– se dirige a Altagracia.

– Buenas tardes– dice José Luis– Espero puedas ayudarme con algo hoy.

– Por supuesto ¿Que busca hoy?

Todo daba a entender que el empresario frecuentaba esa joyería y eso a la doña le provocaba cierta curiosidad ¿Acaso era donde conseguía las joyas para comprar a sus amantes?

– Venimos a buscar un anillo de compromiso o algo así.

– ¿Qué?– pregunta alarmada– ¿Como un anillo de compromiso?

– La tomaron por sorpresa– dice el señor– Síganme.

Altagracia mira a José Luis sin entender nada, y mientras siguen al hombre de la joyería no es capaz de emitir palabra alguna.

– Tomen asiento aquí– les señala unas sillas de cuero frente a un escritorio de vidrio– ¿De cuál número necesita?– dice mirando al empresario.

– Altagracia– la mira– ¿Cuál es tu medida?

– E-es...d-doce– dice apenas.

– Perfecto– dice el señor con una sonrisa– Les traeré los mejores anillos que tenemos.

José Luis le sonríe y asiente mientras la doña continúa viéndolo confundida. Esperaba que su mirada fuera suficiente para que el entendiera que necesitaba una explicación, pero durante todos esos minutos el solo la mira sin decir absolutamente nada.

– Aquí les traigo de los mejores– dice poniendo dos cajas negras llenas de anillos de compromiso de todos los tamaños y formas– Puede probarse el que guste– se sienta frente a ellos.

La rubia mira la caja que brillaba por doquier a causa de los diamantes. José Luis la observa esperando una decisión de su parte.

– ¿Y?– la saca de su nube– ¿Te gusta alguno?

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora