Cuando se fueron a vivir juntos, el moreno se dio cuenta de un detalle y era que su pareja odiaba cocinar con aceite. Él le explicó que no le gustaba quemarse y que con el aceite no sabía en donde podía saltarle.

Una vez que la cena estuvo lista, comenzaron a comer en la nueva mesa que habían comprado.

Hablaron de lo había ocurrido ese día y sobre que tendrían que comprar para dar por terminada la casa. El ambiente en el lugar era reconfortante y familiar que llenaba el pecho de los hombres con una sensación cálida.

La charla se vio interrumpida por el sonido de una llamada entrante del celular del hombre con cresta. El francés suspiró pesadamente y se levantó.

Solo tardó un minuto pero su rostro se volvió serio. Al terminar la llamada, resopló cansado.

—Tendré que adelantar un trabajo. —Explicó dejando su celular de lado y volviendo a comer. —Lo bueno es que solo me faltan unas pocas.

—¿Es de la revista esa? —Preguntó tomando de su vaso y el moreno asintió. —¿Y por que no lo rechazas?

—Vik, con ellos podré hacer que otras empresas me contraten, ¡además! La paga no es tan mala. —Comentó viendo el lado bueno de la situación.

Al terminar de cenar, ambos limpiaron la cocina y Horacio se fue a su oficina a terminar lo antes posible su trabajo.

Como la mudanza era reciente, todas las habitaciones estaban llenas de cajas y su oficina no era excepción. Solo tenía un sofá y su escritorio.

Se había metido demasiado en aquella edición, por lo que las horas pasaron volando. Era la madrugada cuando el ruso golpeó suavemente la puerta y entró.

—¿Cолнце? ¿Sigues despierto? —Susurró acercándose a él con lentitud.

—¿Mmm? —Preguntó quitándose los audífonos. —Oh, no te preocupes Vik, estoy bien, ¿qué hora es? —Revisó su celular. 

—Son las tres de la madrugada. —Contestó mientras se sentaba en otra silla para estar al lado de esposo. —¿No deberías descansar ya? —Acarició ligeramente su barbilla para que lo mirara.

—Déjame terminar esta foto y voy, ¿si? —Hizo un pequeño puchero mientras lo miraba a los ojos. Se había puesto los lentes de descanso, pues estar mucho tiempo con pantallas le molestaban a la vista.

—Venga, te espero aquí. —Se acomodó a su lado mientras veía con atención la pantalla aunque no entendiera nada. —¿Y por qué no le pones un filtro y listo? —Lanzó una risa divertida al ver como su esposo quería que terminara rápido.

—Vik, ya te dije que los detalles lo son todo. ¡Mira! Si no arreglara esto, la foto quedaría mal. —Hizo zoom a la pantalla a una parte de la piel de la modelo pero seguía sin entender.

—Mmm... yo lo veo igual. —Resopló girando los ojos con diversión.

Luego de unos minutos, Volkov no pudo quedarse en aquella silla tan incómoda así que se dirigió a las cajas que habían en un rincón. Abrió la primera que vio y comenzó a husmear que había en ella.

—¡Oh! Son todas nuestras fotos. —Murmuró mientras sacaba algunas con curiosidad pero se topó con una que le sorprendió. —Horacio... ¿Desde cuando tienes esta?

—¿De cuál hablas?  —Preguntó mientras se quitaba las gafas y se acercaba al ruso.

Tomó el portaretratos entre sus manos y se lo mostró al moreno. Él sonrió con nostalgia mientras lo observaba.

—Esa... Esa es cuando nos graduamos de la universidad. —Susurró mientras se acomodaba a su lado. —Recuerdo que Gustabo la tomó aquél día.

Some Volkacio And Something ElseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora