Aquellas palabras hicieron que por unos segundos me rabia se convirtiera en lástima. Estaba convencida de que Brenda se encontraba disfrutando con algún otro chico. Días antes me había comentado que ella y Félix decidieron tener una relación abierta, pero los ojos de aquel chico reflejaban preocupación. Él realmente estaba enamorado.

—Hoy no hemos hablado, no sé nada de ella—mentí—.¿Entonces Mark viene de camino?

—Sí, debe llegar en unos 15 minutos—respondió—. Puedes esperarlo en la entrada si tienes mucha prisa

Olvidando mis modales salí corriendo de allí sin ni siquiera despedirme de Félix. Sus palabras se escuchaban sinceras, pero si el audio y todo aquello eran un timo, conocería junto a su amigo una versión mía para nada agradable.

Mientras corría por la universidad solo pensaba en lo que diría mi madre si esa foto llegaba a ella. No quería decepcionarla, no podía hacerlo. Entonces, como si el día no pudiera empeorar, tropecé con la Sr Hilton.

—Justo a ti te estaba buscando—sus palabras me tennsaron, lo primero que cruzó mi mente fue la foto—. Tranquila, no tiene nada que ver con esos chismes de mal gusto. Quiero presentarte al estudiante del cual serás tutora.

—¿Sr Hilton, no podría ser en otro momento?—le rogué con desesperación—. Necesito llegar a un sitio inmediatamente.

—Será solo unos segundos—dijo mientras colocaba una mano en mi espalda y comenzábamos a avanzar—. Los presentaré, se pondrán de acuerdo con los horarios y luego podrás irte.

La sangre me hervía, el motivo de tanta insistencia por el programa de tutores no era tan desinteresado como la Sr Hilton nos hacía creer. Denise, me había explicado que la Sr Hilton ganaba una comisión por cada uno de mis pagos.

Bajábamos escaleras, doblábamos esquinas, y yo comenzaba a inquietarme. Nunca antes me había molestado tanto lo grande que era Fox University, pero en ese momento, cuando el tiempo no jugaba a mi favor, los pasillos de la universidad parecían ser parte de un laberinto.

De un momento a otro la Sr Hilton se acercó a la puerta de un salón, y después de abrirla me indicó que ingresara a este. Cuando lo hice distinguí un chico que dormía sobre una de las mesas. En el instante que escuchó el sonido de la puerta al cerrarse se despertó rápidamente, y fue entonces que reconocí su rostro.

—¿Tú?—cuestioné asombrada—¿Yo seré tu tutora?

—¿Adriana, verdad?—asentí. Él se levantó de la mesa mientras frotaba sus ojos y avanzó en mi dirección—. Es una suerte me enseñes alemán y no voleibol.

—Oh, lo recuerdas—me avergoncé, aquel chico recordaba mi nombre y yo no recordaba el suyo—. Y tu eres... ¿Terry, verdad?

—Thiago—me corrigió sonriente para luego voltearse hacia la Sra Hilton—. Puede irse si lo desea, no es necesario que nos presente.

La Sra Hilton nos regaló una cálida sonrisa y abandonó el salón dejándonos en un incómodo silencio. Thiago evitaba mirarme fijamente, y yo, a pesar de tener prisa, no era capaz de hablar.

Por más que intentaba no hacerlo, mis ojos terminaban posándose en el tatuaje de Thiago. Le quedaba tan bien, parecía encajar perfectamente con él. Cada detalle suyo concordaba con el prototipo de chicos del cual mi madre siempre me advirtió. Poseía un diminuto arete de oro en el lóbulo de su oreja derecha. Sus ojos, algo distraídos, eran de un color verde agua. No parecía prestarle mucha atención a su cabello, este era de color castaño y le daba un toque rebelde, pero lo que más resaltaba de él—además de sus labios finos y piel bronceada en punto exacto—eran sus músculos. A kilómetros se percibía que para Thiago, el ejercicio era algo serio.

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora