Los tres rangos más elevados estaban compuestos por la familia imperial y grandes familias de longeva tradición. Sus miembros eran llamados Kugyô o Nobles de la Alta Corte, y eran los más ricos y privilegiados de la nobleza.

Por debajo de ellos estaban los rangos cuarto y quinto, cuyos integrantes eran nombrados por el emperador y solían ser clanes menos poderosos de ciertas regiones o ilustres familias de origen extranjero emigradas a Japón en los siglos anteriores.

Los individuos de los rangos sexto a décimo eran nombrados por el Gran Consejo de Estado y normalmente se trataba de jefes de clanes menores o de provincias.

Por supuesto, la pertenencia a cada rango otorgaba unos determinados privilegios legales y patrimoniales. 

Hasta el más mínimo detalle de la vida cotidiana, en realidad, dependía del rango al que se perteneciera: desde el tipo de carruaje en el que desplazarse hasta el número de pliegues de los abanicos, pasando por el color de la indumentaria hasta la ubicación de sus territorios.

Hasta el más mínimo detalle de la vida cotidiana, en realidad, dependía del rango al que se perteneciera: desde el tipo de carruaje en el que desplazarse hasta el número de pliegues de los abanicos, pasando por el color de la indumentaria hasta la...

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Gojo Satoru no gustaba de las reglas y pocos sabían de sus amoríos, que solo se enteraban cuando circulaban entre rumores esparcidos por las sirvientas del palacio o de algún funcionario que hizo enojar con sus travesuras.

Las damas de la corte suspiraban enamoradas y se ocultaban tras sus abanicos cada vez que le veían pasar por los pasillos del palacio o lo que le alcanzaban a ver; Un hombre de metro noventa aumentando más la creencia de que era un Dios caído del cielo para proteger y hacer prosperar la tierra que se le dio. 

De cabellos albinos, blancos y finos como las nubes de primavera que surcaban los cielos. Ojos azul cielo-eléctrico parecidos a las gemas sacadas de lo más profundo de las entrañas de la tierra y los rayos atraídos a la tierra solo hacían deslumbrar en color vivo cada vez que los lanzaba el dios Susanoo en días de lluvia. De piel perfectamente blanca comparada con la nieve del monte Fuji, tersa y suave a la vista, sin ninguna imperfección.

El kimono en capas de negro, blanco y dorado solo lo hacían resaltar más entre toda la multitud de consejeros y eunucos que le seguían día y noche cual perros falderos, besando sus pies y el suelo que pisaba, siempre acatando sus órdenes al pie de la letra.

Era muy engreído si lo permiten decir, con una sonrisa de superioridad surcando su rostro en prepotencia, enojando y escandalizándolos con alguna fechoría a los viejos consejeros del palacio, en especial a Yoshinobu Gakuganji; Aquel pobre viejo con un pie en la tumba al que Satoru le gusta mangonear de aquí a allá, en un constante juego del gato y el ratón.

Sus únicos allegados o gente de confianza era su consejero, el que se encargaba del orden en el palacio y su amigo más fiel; Un joven de nombre Nanamin no Kento, un hombre que ascendió a consejero personal del Emperador por medio de méritos, aun cuando venía de un clan del sexto rango y que Satoru al ver su increíble inteligencia y orden decidió subir a cuarto rango. 

運命は神の糸で咲く[GoYuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora