Capítulo 10: The less I know the better

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- Toma el champú. - Le di el bote y la empujé levemente para ponerme yo debajo del agua.

- Gracias.

No hablamos durante el resto de la ducha, pero yo la miraba de vez en cuando.

- ¿Vas a ir esta noche a casa de Victoria?

- ¿Por qué iría a su casa?

- ¿No sois amigas?

Negué con la cabeza.

- Sólo es la novia de mi amigo.

- ¿Y no te ha invitado a la fiesta?

- ¿Qué fiesta? - La miré confundida. - ¿A ti te ha invitado?

Asintió avergonzada.

- A mí también me pareció extraño, pero dice que estará todo el Instituto...

- Pues no me ha invitado.

Se encogió de hombros.

- Bah, da igual. Tampoco pensaba ir.

- No, vete.

- ¿Qué?

- Sus fiestas son la hostia.

Salí de la ducha y enredé una toalla al rededor de mi cuerpo. No había nadie más en los vestuarios así que supuse que estaríamos solas.

Cuando Casey salió, ya se había cambiado de ropa y llevaba suelto su pelo mojado.

- ¿Te has enfadado?

- ¿Qué dices? - Pregunté intentando disimular mi cabreo mientras terminaba de vestirme y guardaba mis cosas en la mochila.

- Mírame. - No le hice caso, aunque su tono demandante me hizo querer hacerlo. - Mírame.

Unos segundos después, cuando vio que no iba a mirarla, me giró y empujó contra los casilleros detrás de nosotras.

La miré sorprendida y sintiendo cómo un calor conocido recorría mi cuerpo.

- ¿Por qué estás enfadada? - Preguntó mirándome directamente a los ojos y sosteniendo mi mentón para que no bajara la mirada.

- Porque no me ha invitado.

- ¿Quieres ir?

- No.

- ¿Entonces?

- Nada, Victoria es una gilipollas.

- Pero, ¿por qué te molesta tanto? - Cuestionó Casey soltándome.

- Porque no entiendo porqué te ha invitado cuando el otro día decía que las lesbianas le daban asco. Creo que trama algo. Y más cuando no me ha invitado a mí.

Ella se quedó en silencio unos segundos.

- Siempre puedes venir conmigo y colarte en su casa.

- ¿No estarás pensando en...?

- Sí.

Casey sonrió y yo la imité.

- Te ayudaré.

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Casey:

La noche anterior había ido a Vértigo sola. Tenía curiosidad desde la vez que pisé el club por primera vez por conocer a la stripper. No solo porque era atractiva, esa era la menor de mis inquietudes, pero sí que tenía la sensación de que Luna y Jesús me ocultaban algo respecto al tema. No querían volver a Vértigo, siempre que les sacaba el tema ponían excusas tontas, y no tenía sentido porque lo habíamos pasado muy bien. Y de nuevo, trataban de que no volviéramos allí. Además, Luna no quería decirme en dónde trabajaba, siempre cambiaba de tema cuando le preguntaba. Había llegado a pensar que era camarera allí y que le daba vergüenza o algo así. Así que tuve que ir sola. Sabía que tenía alguna conexión con el club. Había investigado por internet pero no había encontrado nada.

Al llegar, me coloqué junto a la barra, esperando ver a Luna sirviendo copas. Sin embargo, después de veinte minutos, no la vi y me estaba aburriendo.

Entonces, de nuevo anunciaron a Lilith. No venía realmente a verla a ella, pero ya que estábamos...

Esta vez llevaba una máscara distinta que dejaba ver sus labios rojos. Llevaba su pelo liso y negro suelto y estaba embutida en un pequeño sujetador rojo y una falda que era tan corta que parecía un cinturón. Llevaba un piercing en el ombligo que tenía una cuenta con forma de cereza dorada. Vi con detalle todos los movimientos que hacía alrededor y sobre el tubo de metal. Era increíble verla bailar así.

Me vio entre la multitud y permaneció bailándome un buen rato en el que nos sostuvimos la mirada. Sin embargo, llegó un momento en el que pasó sus manos lentamente por todo su cuerpo, entonces empecé a fijarme en su cuerpo y en la manera en la que se movían sus caderas.

Cuando terminó de bailar, hice el camino al baño que había hecho la última vez, con la intención de buscar los vestuarios. Cuando los encontré, la puerta estaba entreabierta. No me adentré, pero me quedé mirando en caso de que Luna apareciera. Mi última opción, aunque la más descabellada a la vez, era que fuera bailarina en el club. Pasaron unos minutos y no vi a nadie, así que me despegué de la puerta hasta que escuché unas voces dentro del vestuario.

- Buenas noches guapa.

- Hola, Kilian. ¿Qué tal?

Esa voz... No me lo podía creer.

- Has estado estupenda.

- Gracias - rió - Intento estarlo.

Definitivamente era la risa de Luna. Me asomé un poco y pude ver a Lilith, sonriéndole al hombre y desanudando su máscara.

- Se nota. Toma - le tendió un sobre - Avísame cuando llegues a tu casa, ¿vale?

Lilith asintió mientras por fin, se quitaba el antifaz. Era ella. Después de mucho negarlo, había descubierto que Lilith era Luna.

Luna:

- ¡Madre! - Grité cuando llegué a casa para saber si estaba sola. Nadie respondió así que supuse que lo estaba hasta que subí las escaleras a mi habitación y escuché ruidos en su habitación. Supuse que estaría limpiando algo, o no sé.

Unos minutos más tarde, escuché como mi madre hablaba con alguien en la entrada, no obstante, no supe quién era, no siquiera escuché su voz; así que como la metomentodo que era, miré por una de las ventanas de mi habitación y vi a un señor algo canoso subiéndose a un coche blanco y arrancando.

Bajé las escaleras rápidamente y encontré a Claire con una bata puesta y fumando un cigarrillo.

¿Mi madre fumando un cigarrillo? ¿Claire no estando bien vestida y encima para recibir visitas? ¿Ruidos en su habitación?

Carraspeé detrás de ella para que me mirara. Cuando lo hizo, juraría que vi su rostro palidecer.

- ¿Has venido antes?

- Siempre vengo a esta hora.

Miró el reloj.

- Vaya, no me he dado cuenta del tiempo...

- ¿Cómo ibas a hacerlo?

Me crucé de brazos pensando en lo falsa que estaba siendo esa mujer.

- Me he quedado dormida.

- ¿Por qué estás engañando a papá?

Claire parecía fastidiada.

- Yo no estoy engañando a nadie, Luna. Deja de decir tonterías.

- ¿Te crees que soy tonta?

- No hables así.

- ¿Es que no eres feliz con él? - no me respondió. - Bueno, está más que claro. Él tampoco es feliz contigo y no te engaña.

- ¡Yo no estoy engañando a nadie, Luna!

- Entonces, ¿quién acaba de irse?

Ella no dijo nada.

- Y quieres que viva igual de amargada que tú, que corra la misma suerte. ¿Tan poco aprecio me tienes? - Volvió a guardar silencio. - Quieres que me case con un hombre del que no estoy enamorada para acabar igual que tú. Poniéndole los cuernos con cualquier otro antes de que mi hija vuelva a casa. Es despreciable.

Ella empezó a gritarme pero no la escuché. Subí a mi habitación y pegué un portazo. Estaba flipando.

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