— Deja de negar lo que es evidente. — Él no había dejado de susurrar en ningún momento. — Sólo te niegas porque conociste al perro primero pero de no haber sido así no habría ningún problema.

— No es por él. — Aseguré. — Es porque no te conozco. No puedes enviar a tus vampiros a atacar a mi manada, ordenarles que se queden por la zona para poder secuestrarme y pretender que en menos de una semana me sienta como en casa.

— Me estás haciendo perder la cabeza. — Volvió a bajar su rostro a mi cuello para pasar sus colmillos por aquella área. — Puedo escuchar la rapidez con la que corre tu sangre y los descontrolados latidos de tu corazón.

— Bájame, Sasha. — Volví a decir, esa vez utilizando un tono de voz exigente.

— No, no esperé tanto tiempo para alejarme de ti. — Creía que nuestros cuerpos no iban a poder estar más cerca pero él lo hizo posible.

— Sasha. — Lo reñí.

Traté de empujarlo pero él era mucho más fuerte que yo, una loba joven que se había transformado por primera vez hacía muy poco tiempo.

— De acuerdo. — Murmuró por lo bajo.

Al alejarse fui capaz de ver parte de lo que conllevaba ser un vampiro hambriento. Sus ojos estaban totalmente negros, incluso sus escleróticas, algo que resultaba bastante inquietante pero a la vez era fascinante ver esa parte de su naturaleza.

— Debido a que mi bella no me permite alimentarme de su tentadora sangre tendré que ir a buscar alimento para no perder el control. — Dijo antes de salir por la ventana en un solo pestañear.

Mi corazón estaba dividido en su totalidad. Por un lado estaba aquel lobo que quería hacerme daño y aunque me doliera admitirlo, lo quería y por el otro se encontraba el vampiro que no dejaba de hacerme insinuaciones y de llenarme de atenciones.

— No sé qué hacer. — Me cubrí el rostro con las manos.

— Él te besó, al menos permite que yo también lo haga. — Mi cuerpo se sobresaltó y de mi boca se escapó un grito agudo y molesto.

— ¿Qué haces aquí? — Me llevé ambas manos al pecho. — Te acababas de ir.

— No dreno la sangre de todos los habitantes de la ciudad más cercana. — Dijo de forma burlona. — ¿Me dejarás besarte?

Que me estuviera pidiendo permiso me agradaba. Aunque la mayor parte del tiempo me había estado acorralando contra la pared, Sasha nunca había tratado de forzarme a nada, al contrario, era muy caballeroso y respetaba las decisiones que había tomado en esos días.

— ¿No vas a morderme? — Negó sonriente.

— No, a menos que me lo permitas. — Sus fríos dedos acariciaban mi mejilla y el contorno de mi labio inferior. — Lo siento mi bella pero no puedo resistirlo más.

Él acortó la distancia que había entre nosotros, uniendo nuestros labios con suavidad. Aquel beso tan suave solo logró confundirme más de lo que ya estaba porque había sentido lo mismo que cuando Brent me besó.

— Si vas a pensar en ambos al menos evita que me entere. — Gruñó cuando se separó un poco pero luego volvió a besarme.

— Suficiente. — Susurré con voz entrecortada.

— ¿Por qué? ¿Por qué detenernos cuando sientes lo mismo que yo? — Suspiré levemente sobre sus labios. — ¿Por qué deseas que me detenga cuando ni siquiera te he demostrado lo importante que eres para mí?

— Por favor...— Lo vi asentir.

— De acuerdo. — Se alejó con una enorme sonrisa en los labios. — Pero no podrás resistir mucho tiempo porque fuimos creados para estar juntos para la eternidad.

Sonreí levemente pero la realidad era que me sentía culpable. Brent podía haber sido un mentiroso de mucho cuidado pero seguía siendo mi mate y por eso mismo sentía que le había sido infiel.

Era humillante que yo sintiera culpabilidad después de todo lo que él había hecho pero así era.

— Bella, no debes sentirte así. Es completamente normal que estés confundida y sientas algo por ambos porque nuestros destinos fueron trazados con el tuyo. — Asentí con lentitud. — No pretendo lastimarte con lo que diré, pero yo no te haría daño jamás y él ya lo ha hecho, en varias ocasiones.

— ¿Cómo sabes eso? — Pregunté, visiblemente confundida.

— ¿Crees que dejaría a mi tua cantante a su suerte? — Negó repetidas veces. — Desde que olí tu aroma por primera vez te he estado observando, pensando en la mejor forma para sacarte de ese lugar infestado de perros. Por cierto, eres una loba muy hermosa.

— No voy a caer en eso, chupa sangre. — Le gruñó mi loba.

— Azula...— La reñí por el enlace mientras escuchaba la risa varonil de Sasha.

La risa de Sasha cesó abruptamente y desapareció del dormitorio que me había dado. No fui capaz de entender aquel cambio drástico en su actitud hasta que escuché que algo pesado se caía. No sucedió cerca de la mansión por lo que no pude ver con exactitud qué era lo que sucedía, pero mis dudas fueron acalladas cuando un fuerte aullido se escuchó por todo el lugar.

— ¡Es Aitor! — Gritó Azula con emoción. — ¡Ha venido por nosotras!

— ¿Por qué nuestro asesino vendría a buscarnos? — mascullé entre dientes. — ¿Acaso olvidaste todo lo que dijo la loba con la que nos fue infiel?

— No digas eso. — Su voz se quebró y me sentí culpable por haberle dicho aquello.

— No llores pequeña pelusa. — Le susurré con cariño. — Lo siento, mi intención no fue herirte pero...

— Lo sé. — Murmuró por lo bajo.

Sasha regresó de la misma forma en la que se había ido, me tomó de la mano y tiró de mí para que lo siguiera.

— Necesito mantenerte a salvo. — Fue lo único que dijo.

El vampiro se disponía a alejarme del peligro pero lo que no sabía era que el lobo ya estaba cerca, su aroma a caramelo se había impregnado en todo el lugar.

The Moon© ML #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora