La señal sale disparada desde un punto poco concreto de Alaska, seguramente falso, hacia todos los satélites artificiales que orbitan el planeta. Está destacada en rojo y compuesta por un mensaje escueto y claro. Posee una cuenta regresiva que se pone en marcha en el instante en que se lanza la alerta a cada dispositivo electrónico operativo en el mundo. Ningún celular, televisor, computador ni tableta queda fuera, sin importar qué tan remota sea su ubicación. Incluso las estaciones de radio, tradicionales y digitales, se ven forzadas a interrumpir la transmisión contra su voluntad para que el mensaje se repita en numerosos idiomas a través de los parlantes y audífonos de sus oyentes.
Debido a los husos horarios, la alerta interrumpe la vida de las personas en contextos muy dispares. Para algunos, como los habitantes de América, el aviso llega el día 13 de julio de 2022. En Nueva York, Ottawa, Brasilia, Santiago, Caracas y La Paz, los dispositivos comienzan a sonar y a parpadear con luz roja a las 5:30 am, horario en que gran parte de la población aún duerme. En Australia, en cambio, la alarma repetitiva y molesta se enciende a las 5:30 de la tarde. En un punto intermedio, al momento de escuchar la alerta, Europa ronda ya el mediodía del penúltimo día de su existencia; para ellos, el final será el 14 de julio al amanecer.
Más allá de las circunstancias o de la hora exacta, pronto, gran parte de la población mundial está despierta y mira con confusión y miedo la pantalla electrónica más cercana. Muchos piensan que debe tratarse de un error o de una broma y, para salir de dudas, buscan más información en las redes sociales o en los canales de noticias. Desde ese punto, poco a poco, comienza a gestarse la histeria, ya que los medios de comunicación parecen estar tan confundidos como la gente. Pero una sola cuestión es certera: nadie desmiente la alerta.
El pánico aumenta aún más cuando canales como la CNN, con corresponsales activos en todo el globo, confirman que el anuncio no es un hecho aislado de una ciudad, de un país o de un continente. El mundo entero acaba de recibirlo y ningún gobierno se adjudica la responsabilidad.
En aquellos lugares donde la hora aún implica que la gente esté en sus trabajos o centros de estudio, se desata el caos. Todos desean volver lo más pronto posible a sus casas e intentan desesperadamente comunicarse con sus seres queridos. Las líneas telefónicas colapsan mientras que las calles se llenan de gente, tanto a pie como en vehículos, que emprende una huida aturdida, porque nadie sabe aún de qué se huye.
En los países donde aún es de noche, el miedo es fácilmente confundible con aturdimiento. La alerta no está respaldada por ningún movimiento sísmico, por ninguna tormenta ni por ninguna erupción volcánica. Muchos, incluso, miran hacia el cielo buscando la estela de algún meteorito o la sombra de una nave extraterrestre. Pero no hay nada. Todo parece igual que siempre. Lo único discordante es la alarma que suena sin parar.
A espaldas de la población, los gobiernos y los organismos internacionales se reúnen de forma física o telemática en busca de respuestas y, más importante aún, de soluciones. Se echan la culpa los unos a los otros, al tiempo que barajan la posibilidad de que sea, efectivamente, una broma o algo orquestado por un grupo ciberterrorista. Se contratan de inmediato especialistas para descubrir el origen de la señal. A disposición de ellos está la mejor tecnología de potencias como China, Estados Unidos y Rusia que, por primera vez en mucho tiempo, deciden trabajar con un objetivo común.
Pero, en esos primeros minutos, no consiguen nada. Si algún gobierno miente, solo sus miembros de más alto rango lo saben.
Cuando la alarma por fin deja de sonar por un rato, en una pausa que brinda alivio a la desconcertada población, una nota de silencio pesado parece invadir el mundo. Nadie sabe qué está pasando. Lo único que les han dicho es que parece que el fin de todo está ahora a quince horas y veinticinco minutos de distancia.
En este primer momento, la mayor parte de la población regresa poco a poco a lo que estaba haciendo: dormir, trabajar, estudiar, descansar o lo que sea. Muchos entran en pánico, otros fingen no haber visto la alerta. Las reacciones varían. Hay miles de millones de personas en el mundo, y cada uno de nosotros tiene una forma propia de vivir su vida, de comprender lo que nos rodea y de reaccionar ante los imprevistos.
Quedan poco más de quince horas para el fin del mundo. Es posible que muchas familias se reúnan, que haya reconciliaciones y también secretos que saldrán a la luz. En el mundo habrá amor y odio a partes iguales. Habrá desesperación y consuelo. Miedo y esperanza. Cada individuo va a experimentar este lapso de tiempo a su manera.
¿Tú qué vas a hacer en las próximas quince horas?
GRACIAS POR LEER :)
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Voces del fin del mundo (coautoría con @uutopicaa)
Science Fiction⚠ || ¿Qué harías si el mundo estuviera a punto de llegar a su final? || ⚠ El anuncio interrumpe la vida diaria de las personas. Aparece en teléfonos y en televisores, no hay pantalla en la que la alerta no tiña el dispositivo de rojo. Quedan poco má...