Suspiro derrotada y vuelvo a intentarlo.

—Señor, bendice estos alimentos,  bendice a las personas que los prepararon y bendice esta mesa, Amén.

—Eso está mejor—Dice la reverenda con alegría.

Procedemos a comer y la reverenda me cuenta su día, me dice que pronto será el evento para elegir a las nuevas monjas y que espera y yo participe en el.

—No lo creo, madre—Le digo.

—Vamos hija, si no lo pruebas no sabrás si esa es tu verdadera vocación.

—Creo que ya tengo muy en claro mi vocación—Le contestó.
—Siempre podemos probar cosas nuevas, hija.

Suspiro con algo de frustración.

—Bien, lo pensare.

Terminamos de comer y la reverenda sale del comedor dejándome sola con la monja.

Ella me observa en silencio hasta que decido romperlo.

—¿Cómo has estado, Carla?—Le preguntó.

Ella no me contesta, solo me mira con algo de enojo.

—Bien, ignorame, no importa.

Intento levantarme para irme pero antes de que ño haga ella habla.

—¿Qué me hiciste?—Pregunta ella.

La miro con fingida extrañeza, pues claro que se que le hice.

—¿Qué te hice de qué?

Se queda en silencio por unos segundos mirándome con decepción en sus ojos.

—Ese día, ¿Por qué no dejó de pensar en eso?

Le doy una sonrisa pícara mientras me levanto y me acercó a ella.

—¿Te gustó, cierto?

—N-no...

Intenta hablar pero empieza a tartamudear, lo que me confirma que esta nerviosa, y eso solo hace que mis suposiciones sean acertadas.

—Vamos niña, aceptalo–Le digo.

—No tengo por que aceptar nada—Intenta mostrase segura.

Me acerco un poco más a ella como un león que acecha a su presa, ella no se inmuta, sólo me sigue con la mirada desde su silla.

—¿Entonces, ¿Por qué has estado tan callada, niña?

—No soy una niña—Responde levantándose de la silla para quedar frente a mí.

—oh, claro que no lo eres—le digo.

Me acerco un poco a ella y ella retrocede hasta que queda pegada de espaldas a la mesa.

—Si no es así ¿Por qué tan nerviosa?

—Ya te dije que no estoy nerviosa—Contesta.

La recorro con mis ojos de arriba a abajo, esta levemente temblando, así que pongo mis manos en su cintura y se la aprieto, lo que hace que se le erice la piel rápidamente.

Ella trata de no mostrar debilidad retandome con los ojos.

Me acerco un poco más a ella cautelosamente, su respiración empieza a acelerarce así que escondo mi cara en su cuello y empiezo a recorrerlo con mi nariz.

Su respiración se acelerarce aún más, pero ella intenta no mostralo.

—¿Vez? No causas nada en mi—Dice.

¿Caer en tentación? +18 (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora