¿Me acaba de ofender un niño de siete años?

—Oliver...—advierte Kilian.

El pequeño gira los ojos y vuelve a la cocina.

—Vamos, antes de que Olivia nos deje solo con las envolturas—determina.

Antes de que pueda avanzar lo tomo de la mano y hago que se detenga.

—¿Qué pasa, dolor de cabeza?—pregunta con ternura al final.

—¿Tú... tú también sentiste...?

Junta el ceño y me lanza una mirada interrogatoria para que prosiga.

—¿"Yo también sentí", qué?

Tú también sentiste una chispa al estar juntos...

Quiero decirlo, pero no puedo, no salen las palabras. 

—Ah... nada, olvidalo.

—Okay... —dice no muy convencido—... vamos, no seas rara ahora, pequeño dolor de cabeza—ríe mientras aprieta una de mis mejillas.

No lo hagas...

He vuelto sentir esa tonta chispa en mi estómago. No me gusta sentirla, es raro, y da miedo.

Ambos entramos a la cocina para quitarle los dulces a Olivia, ya hay como diez envolturas de chocolates pequeños. La cara de la pequeña está toda manchada de chocolate.

—Ya no comerás dulces hasta mañana—asegura Kilian.

—Ay, le quitas lo divertido a mi vida—la pequeña suelta un quejido.

El tomatillo mayor gira los ojos y quita las bolsas de dulces de la isla para después guardarlas en un gabinete alto.

—Huele feo—afirma Oli.

Muevo la nariz para poder captar el supuesto mal olor, y sí, efectivamente huele mal, huele como a quemado.

—Huele a quemado—digo mientras recorro la cocina para encontrar el lugar dónde el olor es más penetrante.

—No, no, nada se ha quemado, son alucinaciones tuyas—declara Kilian.

—Sí, el olor viene de aquí—abro el horno con una sonrisa al ver que efectivamente es de ahí de donde viene.

Me siento una detective.

—¿Qué es?—pregunto.

—Nada, no lo sa...—se corta al ver que tomo los guantes y saco lo que está dentro—...ques.

Pongo el molde con algo negro dentro, sobre la isla.

—¿Qué es esa cosa?—pregunta Oliver.

—No es nada, vayan a la sala—les indica.

Los pequeños bajan de los bancos y corren a la sala como su hermano mayor les ha indicado.

—Deja eso—dice tratando de quitármelo.

—¿Pero qué es?

—Nada, Havzel, dejalo—sostiene con frustración. En su rostro se nota apenado y enojado.

—Kilian...

—Es un pastel de zanahoria que intenté preparar para ti, ¿okay?, es tonto, me siento tonto, pero ya lo sabes, ahora solo dejalo.

Toma el molde y lo tira a la basura.

Él intentó hacerme mi pastel favorito, aún cuando es pésimo en la cocina. Ese maldito acto me ha hecho sentir mariposas en el estómago.

El Día Que Te Amé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora