— Cuanto te odio. — Murmuro y noté como su pulgar viajaba por mi labio, para después bajarlo por mi cuello y acabarlo por mi abdomen.

Mis defensas cada vez iban disminuyendo, y lo odio. Odio ver como puede hacer que caiga a él, y como puede jugar más conmigo así.

— Tanto no me odiarás si te estás dejando. — Susurró burlón.

— No quiero que juegues conmigo, Hugo. — Dije seria, intentando que de una vez por todas me tomara en serio.

— Yo no jugaría contigo. Que haya pasado lo de esta noche no significa que quiera dejarte a un lado, Eva, no confundas las cosas. — Me dijo cambiando su semblante a uno más serio, que hizo que empezara a tomarle más enserio.

— Pues demuéstramelo.

— Te voy a demostrar que esta va a ser la mejor noche de nuestra vida. ¿Te parece? — Me mordí el labio inevitablemente por su propuesta. Al poco rato, asentí.

Cogió mi mano y me metió hacia su habitación. Me sorprende lo mucho que huele a él.

Me quedé apoyada en la pared mientras le observaba atentamente, como si tuviera una escultura delante.

Su camisa se acabó cayendo al suelo y se acercó a mí, haciendo que sus manos se desplacen hasta mi espalda y bajen la cremallera de mi vestido celeste.

La prenda cayó al suelo sin ninguna resistencia, y sin aguantarnos más, acabamos por juntar nuestros labios.

El alcohol se había ido de sus labios y eso me hizo sentir mucho más agusto.

Nuestras lenguas danzaban con lentitud y mis manos viajaron por su cuello, mientras las suyas se posaron en mi cadera delicadamente.

Bajé una de las mías para darle el permiso que necesitaba para poder bajar mi ropa interior, obedeció y se fue cayendo con la misma lentitud que lo hizo el vestido.

Posé mi mano en el cierre del pantalón y aproveché para quitárselo junto con sus boxers, estábamos desnudos, uno delante del otro, y sin ningún tipo de vergüenza.

Avanzamos al compás hasta acabar en la cama, él sobre mí y yo debajo, mientras mis manos no se separaban de su cuello.

Miró mis ojos durante unos segundos y sus besos comenzaron a bajar por mi cuello, mientras los míos besaban su hombro.

Tenía una necesidad clara de saciarme de él y de por fin sentirle. Él sabía que me estaba haciendo sufrir, aunque yo también lo hacía con él.

Bajó su cabeza hasta mi escote y pasó su lengua con lentitud mientras sus ojos se clavaban en los míos. Eso me hizo enloquecer del todo y enredé mis dedos en su pelo en un impulso para aguantar el no hacer nada que pudiera romper el momento.

Acabó cogiendo un preservativo de su mesilla de noche, no noté que tardó en ponérselo puesto que no separó su cara de mis pechos.

Poco a poco se fue introduciendo y mis gemidos empezaron a ser más sonoros y evidentes, y los suyos también.

Oírle gemir me volvía aún más loca, y a él parece que también puesto que sus movimientos se volvieron más fuertes y notorios.

Hundí mi cara en su cuello y Hugo no pudo evitar estremecerse mientras sus manos recorrían todo mi cuerpo a su gusto.

— Dios, Eva... — Soltó en un suspiro y entre algunos gemidos y jadeos roncos contra mi oído. Yo, de mientras, me desahogaba en su cuello como bien quise.

La sincronización de nuestros movimientos no cesó en ningún momento, encajábamos a la perfección y cualquiera podría decir que lo habíamos hecho mil veces.

Sin esperarmelo, cogió un impulso para dejarme a mí sobre él. Sus ojos transmitían deseo y los míos el doble si se podía.

Sus manos se acabaron posando en mi trasero y un apretón hizo que me excitara y empezara a moverme sobre él con fuerza y soltura.

Su cabeza se echó hacia detrás y la mía hacia delante mientras la habitación se inundó de gemidos que parecían rebotar en las paredes.

Sólo estábamos él y yo, sin nada ni nadie que pudiera irrumpirnos.

Hasta que llegó.

Un cosquilleo que me inundó de arriba a abajo me hizo sentir como si estuviera en el cielo, y a él parece que también.

Ambos nos sonrojamos notoriamente y nuestras respiraciones agitadas parecían sincronizarse.

Tenía razón. Iba a hacerme pasar la mejor noche de mi vida.

Me quité de encima suya y el preservativo acabó en la basura.

Su brazo rodeó mis hombros y yo me sentí con libertad de apoyarme en su pecho. Su corazón latía con rapidez y eso me hizo sonreír levemente.

— Si me sonríes así no voy a poder vacilarte tan fácil. — Me susurró y sus dedos rozaron mi mejilla.

— No te sonrío de ninguna forma. — Susurré aún sonriente para picarle. Negó con otra sonrisa y miró hacia otro lado.

Solté una pequeña risa y me acurruqué en su pecho cerrando mis ojos.

Él giró de nuevo su cabeza y la apoyó sobre la mía, y al final nos acabamos rindiendo a Morfeo con facilidad.

Al final sí que fue Anne pero entre Hugo y Eva no se resolvió tan mal ;)

¿Creéis que Eva le contará algo a su amigo Gèrard o debería hacerlo Anne?

Creo que todos tenemos la respuesta correcta, pero quién sabe.

Os leo <3

Tw: @noerasfeliz

Etéreo | Eva & Hugo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora