La enfermera salió corriendo pasillo abajo en busca del doctor, yo esperé a perderla de vista y me lancé hacia la computadora donde debía aparecer lo que buscaba. Como sospechaba, tiempo no faltó para encontrar el número con el cuál se registró. Estaba en el cuarto piso, vaya bastardo que me hacía tomar el ascensor. No pude hacerlo al final y estuve obligada a subir por las escaleras.

...

Entré a su habitación algo animada, hacía una semana que solamente me comunicaba con Diego, porque los gritos hacia los doctores no contaban, claro. Sin embargo, la sorpresa que descubrí en el interior de la habitación fue horrible.

Estaba completamente llena de flores, había cartas en formas de corazón en las mesas y la cama parecía salirse volando por la cantidad de globos a los que estaba atada, el suelo no se podía diferenciar, eran flores por todos lados. ¿Adam...? No podía ser, no... ese imbécil no podía haber muerto por salvarme. Mi corazón se aceleró de pronto ante el miedo, tal vez por la culpa de que estuviese realmente muerto.... ¿Por eso Diego no me había dejado verlo? Nunca le llegué a preguntar por él, sinceramente, no me acordé de su existencia hasta este momento, pero el idiota ya me lo tenía advertido.

De pronto fue como si todo se me mezclase porque había vivido esta escena varias veces. A donde quiera que fuese, la muerte siempre parecía perseguirme.

—¿Cuál es su estado, doctor? —escuché a escondidas que Diego preguntaba.

—Me temo que los síntomas confirman que su hermana tiene trastorno de estrés postraumático, dado su historial, ya debe estar familiarizado con el mismo, pero es mi deber avisarle.

Aquellas palabras se marcaron por siempre en mi cabeza

«Mostrará comportamientos arriesgados, imprudentes o destructivos»

«No la verá feliz fácilmente debido a sus pensamientos negativos»

«Es recomendado una psicoterapia para ayudarla a superar esto o de lo contrario seguirá evitando todas las emociones que le recuerden al trauma»

Yo estaba arregostada con la espalda contra una pared, me deslicé por la misma hasta caer al suelo y me cubrí el rostro con las manos mientras trataba de calmar las voces. Primero fue el orfanato, luego los Karrioca, el accidente y ahora esto... un estúpido se atrevió a secuestrarme como si fuese yo una presa débil.

Ese día lo acepté todo, no necesitaba terapia, necesitaba entregarme a la muerte de una vez, era la única forma de acabar con todo.

Pero la muerte no se decidía porque la muy maldita seguía dejando cabos sueltos.

—Bastardo con suerte, te fuiste de esta miseria de vida antes que yo —susurré al volver a la realidad presente.

Me volteé con intenciones de irme, pero la puerta se abrió antes de que yo pudiese abrirla, de ella apareció un hombre con uniforme de repartidor, tenía un ramo de flores en la mano. Él se sorprendió de pronto cuando me vio, pero la sorpresa mayor era la mía por encontrarlo a él ahí.

—¿Quién envía todas estas flores?

—Eh... —Parecía dudar de responderme por la velocidad de mi pregunta—, son de sus fans, supongo, yo solo las entrego.

—¿Fans? ¿Pero qué fans puede tener ese idiota? Digo, pudo tener.

El hombre soltó una carcajada como si le hubiese preguntado una estupidez.

—Es Adam Carver, la pregunta sería: ¿Qué fan no tiene? Es que... no me diga que no lo conoce, actor famoso, bien parecido, su maestro es Leonardo Di Caprio y su madrina la mismísima Reina Dheyra.

Me paralicé, ¿actor famoso? Así que el imbécil había sido una estrella de Hollywood todo el tiempo, eso explicaba algunas cosas. Si estuviese vivo lo mataría por haberme hecho parecer estúpida todo el tiempo, pero decidí no decir nada y bajé los cuatro pisos hasta llegar al mío. Me encontraba caminando enojada por el pasillo que conducía a mi habitación cuando la figura de alguien apareció frente a mí.

Era la Condesa, estaba hablando con Diego, menuda mujer con agallas. Claro, yo también las tenía.

—¡Hey! ¡¿Ahora estás feliz?!

La Condesa y Diego se voltearon hacia mí que debía tener peor aspecto que el de Medusa. Pero yo no me detuve, sino que encaminé el paso hasta estar a pocos metros de ellos.

—¿De qué hablas, niña?

—Hablo del avión, fuiste tú, ¿no es así? En tu afán de destruirme terminaste matando a tu propio hijo, pero eso no podría importarte menos porque eres una bruja sin escrúpulos.

—¿Cómo puedes insinuar que quería matar a mi hijo? —se dignó a defenderse con lágrimas de cocodrilo.

—Andrea...

—¡No, nada de "Andrea"! Esta loca intentó matarme, pero le salió muy mal el plan porque ¡aquí estoy! Más viva que nunca, y créame, señora, no descansaré hasta matarla.

No la dejé hablar, sino que entré a mi cuarto de un portazo y me dirigí rápidamente a la ventana, me saqué del bolsillo de la bata unos globos que le robé a Adam y no tardé en dirigirme al lavado para llenarlos de agua. Cinco minutos después estaba disparándole globos de agua a la gente que pasaba por debajo de mi ventana. Yo estaba enojada y esta era mi forma de relajarme. Por supuesto, tiempo no faltó para que apareciese Diego en la habitación.

—Andrea, ¿qué fue todo eso? Dejaste a la señora Carpentier llorando.

Bufé ante su comentario.

—Sí, claro, lágrimas de cocodrilo.

—Hablo en serio, le dijiste que su hijo estaba muerto y ella solo consiguió verlo el día que llegó, vino hoy a recibirlo, pero no pudo cuando tú le soltaste eso. Sé que eres inconsciente cuando se trata de sentimientos, pero un poco más de respeto no estaría mal.

—Espera —dije y me volteé para encararle—, ¿Adam está vivo?

—Claro que está vivo, si está aquí al frente. Ya comienza a despertar, tal vez no sería tan mala idea que fueras a verlo dado que está más estable.

—Así que el bastardo está vivo, que mal por él.

Oh, ahora desearía haber muerto.

—Andrea... —me dijo ya poniéndose las manos en el ceño fruncido para calmarse—, él salvó tu vida.

—¿Yo le pedí que lo hiciera? Por mí podía morir en ese accidente, si él quiso salvarme es porque a él le importaba, no a mí, así que es su problema y su responsabilidad afrontar ese hecho. No tengo nada que agradecerle.

Diego quiso hablar, pero no pudo porque en ese momento entró un doctor a la habitación. Me vio a mí con un globo de agua en la mano y yo lo coloqué sobre la mesa debido a una mirada furtiva de Diego que se encontraba a una esquina del cuarto. Caminé hacia la cama para estar más cómoda, pero la noticia que ese doctor vino a dar era para no haber soltado el globo de agua.

—Las pruebas que hemos realizado han arrojado una noticia bastante sorprendente, señorita Berroncille, parece que tiene una semana de embarazo.

—¡¿Qué?! —exclamamos Diego y yo al mismo tiempo.

—Oh, padre mío, ahora sí lo mato —dije mientras me levantaba de la camilla.

—La condición del señor Carver no es tan estable como la suya, así que propongo esperar un poco más para contarle la noticia, pero eso es decisión vuestra, también debo...

No pudo seguir hablando porque tomé un globo de agua y se lo lancé. Diego comenzó a gritarme, pero yo no me detuve y también lo golpeé a él.

—¡LARGO! ¡FUERA DE AQUÍ!!

Sonreí cuando vi que ambos se habían marchado para dejarme sola, no estaba enojada ni molesta, no estaba sintiendo nada como cabría de esperar en una persona normal. Y no lo haría porque solo necesitaba pensar en un plan para revertir esta noticia. Porque por mi mente solo pasaba la pregunta: ¡¿Cómo que embarazada?!

Fama Bajo CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora