Capítulo 11: Cuando el mundo se cayó

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Mientras Azura caminaba de regreso a su refugio provisional escuchó algunas voces conocidas. Se escondió tras un muro, venían su hermana y primo junto a los Lorca. Caminando pacíficamente y riendo como si de nada se tratara la vida. Pasaron junto a ella sin darle importancia, no debería seguirlos o se metería en problemas por estar cerca de Dave, sin embargo quería cerciorarse de la seguridad de Zita. Los tejados en esa parte no estaban tan altos y la oscuridad podía envolverla. Subió cuidadosamente y los vigiló desde una distancia prudente, suficiente para escuchar y vigilar sin ser vista u oída.

—¿Entonces qué plan hacemos para el veintinueve?— Preguntó el chico mayor

—Además de ir al festival tenemos que comer ese postre de manzana que prepara tu padre— Repuso el mocoso Lorca

—Zita ¿Te pasa algo? Desde hace un rato no has dicho nada

—¡Ah lo siento Karim! Yo sólo estoy un poco preocupada por ese chico, no puedo evitar pensar en él

¿Pensaba más en un desconocido que en ella? Eso dolía, pero tal vez era entendible, tal vez era normal.

—Pensé que estabas preocupada por ella, tu madre dijo que no ha vuelto a casa desde ayer ¿Qué pasa? De pronto te pusiste pálida— Preguntó asustada Karim, Azura se acercó un poco más por si algo le pasaba a su hermanita.

—¡NO LA VUELVAS A MENCIONAR! Ese animal no es mi hermana y yo no volveré a preocuparme por esa cosa. ¡POR MI QUE SE MATE! Entre más lejos esté de mí todo irá bien, ya no tendré que soportar sus berrinches ni acercarme a Damian, realmente los odio

Por poco cae del tejado donde se encontraba, quería lanzarse a ellos y matarlos, habían contaminado la mente de su hermana y la habían hecho odiarla, le habían quitado todo lo que le era valioso en este mundo ¡Le quitaban lo poco que tenía cuando ellos tenían todo! La ira la recorría y no pudo manejarlo más, las sombras obedecieron sus órdenes y atacaron a Karim tirándola hacia las escaleras ¡La mataría! Antes de poder concluir con su objetivo se olvidó del lugar donde caminaba, pisó el borde de uno de los tejados y cayó al suelo. Se salvó de una fractura gracias a la rápida reacción que tuvo. El golpe la hizo reaccionar, de nada serviría matarlos, no podría recuperarla así de fácil, tendría que hacer muchas cosas para volver a como todo era antes, el pie derecho se le había atorado en un agujero de ratón y la casa de la que había caído estaba claramente habitada, estaba debajo de una ventana con tenue luz y con el pie atorado, empezando a ser mordisqueado por esos asquerosos roedores. Se agachó al escuchar pasos provenientes del interior hacia la ventana y salió del agujero con un gran esfuerzo, lastimándose el tobillo en el acto. Escapó del lugar evitando ser vista por otras personas y llegó a su refugio.

Caminaba con dificultad, aguantando el dolor que todo conllevaba, estaba todo en tinieblas, sólo la tenue luz proveniente del hueco en el techo alumbraba la abandonada cabaña, la casa tenía dos habitaciones, si en la primera no había ventanas probablemente en la segunda sí. Revisó la vivienda para corroborar su acierto, arrastró los papeles sin revisar hasta ese lugar, se sentó debajo del hueco cuadrado donde alguna vez estuvo la ventana y empezó a leer. No tenía ganas de nada, quería dormir pero si lo hacía las pesadillas le atormentarían. Daba lo mismo, mejor era avanzar en su investigación, los papeles estaban llenos de asuntos Marcheise, algunos con acusaciones tan absurdas que era obvio el motivo para desecharlos, otros tenían crímenes de menor rango, nada realmente importante. Por lo menos hasta que vació la caja, ahí revisó las primeras hojas de un reporte que la dejó helada.

"22 de Septiembre 1852. Se presentó el asesinato de Lelilani Luxuria Cayyene, esposa de Alonse Marcheise Cadiz, el crimen se efectuó en ausencia del marido, se sospechó del cuñado de la hoy occisa; sin embargo el hombre estaba atendiendo

La sombra de las aves. El fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora