¤¤ Capítulo 45 ¤¤

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—Oh, Natsu... que Dios se apiade de mí, ¿por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste sola?

—Yo no me fui, Luce —Repuso antes de siquiera pensarlo. ¿Por qué le costaba hablar? ¿Por qué sentía un nudo en la garganta? Tenía que convencerla de que no era él en lugar de seguir su maldito juego por lástima.

—Te juro que yo no quería eso... —Lucy se arrojó a sus brazos, y aunque en un principio intentó retroceder y apartarse de ella, incrédulo de su actuar, su esposa se negó a soltarle y aferró su camisa como si la vida se le fuera en ello—. ¿Me odias? No tuve elección... no había más remedio. Se suponía que ibas a escapar, tenías que haber huido cuando mi padre nos dio alcance. Oh, Natsu, ¿Por qué tuviste que enfrentarlo? Llévame contigo, quiero irme contigo. Ya no soporto vivir así.

¿Era eso un maldito juego? Natsu tomó con más firmeza sus muñecas en esta ocasión y la obligó a soltarle, pero ella seguía poniendo una resistencia tal que podía lastimarla si ejercía solo un poco más de fuerza. Y quiso... quiso hacerla a un lado. Su tacto le oprimía la garganta y le revolvía el estómago. Más no encontró la fuerza de voluntad necesaria cuando ella volvió a abrazarlo y escondió el rostro en su pecho, rodeando su cintura con sus brazos en su decisión de no dejarlo marchar.

—Te lo ruego, no me apartes... llévame contigo, te entrego mi alma, mi vida, pero no vuelvas a abandonarme —le susurró contra la tela de su camisa.

—Tu castigo es vivir con lo que me hiciste —respondió, ella negó y se separó lo suficiente para buscar su rostro con sus manos. ¿Por qué ayudarla? No lo sabía, pero lo hizo. Permitió que sus dedos tocasen su cuello, la zona donde no estaba la cicatriz, y ella ascendió a su mejilla y luego más allá. Odio sentir un escalofrío cuando ella enredó los dedos en su nuca y lo obligó a bajar la cabeza para encontrar sus labios. Al principio no le correspondió, expectante de que la peluca no soportara el tirón y cediera. Pero los labios de Lucy, inexpertos y suaves, estaban cargados de necesidad y desconsuelo. Eso lo descolocó—. Debes pagar por lo que hiciste.

—Yo soy la única culpable, permití que el miedo me dominara —admitió contra su boca, embriagando sus sentidos con el aroma de la sidra. Se apretó contra él al ver que no la correspondía—. Natsu, te lo ruego, bésame... bésame aunque sea una última vez.

—¿Por qué debería besar a la mujer que me traicionó?

—Me amabas... tú me amaste como nadie nunca lo hizo —susurró contra sus labios, depositando un suave beso en su barbilla cuando se estiró para no sentir sus labios en su boca. Él sonrió, un gesto que no llegó a sus ojos y se encontraba cargado de auto desprecio. Estaba perdido en un abismo al que no se dio cuenta en el instante en que saltó.

—Y como nadie nunca lo volverá a hacer —juró. Antes de pensarlo demasiado, sujetó a Lucy con la misma desesperación que ella a él y la besó con hambre, degustando el dulce licor en su boca y el cálido deseo con el que le recibía. La sintió gemir contra sus labios. Lamió la comisura de estos, en una petición que ella aceptó y profundizó el beso, apretándola contra sí. Cuando se separó, a centímetros de su rostro sonrojado y sus ojos cerrados, susurró—: Nunca olvides eso, Luce. Has matado al único hombre que haría todo por ti.

—Mátame entonces, o lo haré yo... no voy a soportar perderte una vez más —admitió, volviendo a buscar su boca. Él no quería oírla. Le sonaban a palabras vacías su palpable dolor. Debía recordarse que era una buena actriz, una que gracias al alcohol tenía los sentidos embobados, más no lo suficiente para no reconocer lo que hacía. ¿Verdad?

—¿Quién dice que me has perdido? —Natsu evaluó su situación un instante y tomó a Lucy en brazos, subiendole las faldas e instándola a rodear su cadera con sus piernas. La escuchó gemir al sentir su ardor por ella, y la recostó en la cama sin parar de besarla. El deseo fue una explosión repentina que no le dio opción a pensarse las cosas. Quería tenerla, necesitaba tenerla en ese interludio entre la conciencia de sus actos y la inconsciencia de su situación. Le bajó la blusa, revelando su lechosa piel llena de formas femeninas que a él le encantó apreciar con la luz del atardecer, bañando su figura en cálidos tonos naranjas. Se quitó la peluca y la arrojó a un lado antes de que ella pudiera tocarla de nuevo. Las manos femeninas estaban por su pecho y sus hombros, palpando su figura y buscando el contacto con su piel—. Luce, por Dios, ¿tienes idea de la rabia que siento contra ti?

You raise me up.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora