Ella ríe.

–Tengo mis momentos – sonríe.

Esta pequeña charla con mamá me relajo un poco, aun sigo un poco delicada, pero definitivamente mamá supo alegrarme con esa forma tan dulce de ser.

Siempre estaré agradecida por tener a los mejores padres del mundo, a veces siento que no los merezco.

–¿Por qué mi pequeña está llorando? – pregunta papá llegando a nuestro lado.

El ver a papá vuelve a hacer que mis ojos se llenen de lágrimas, mamá suspira y acaricia mi cabello, mientras me deja ir para que vaya con papá.

–Lo lamento tanto – susurro abrazándolo.

–No me digas que lamentas ser mi hija, porque entonces no estaré feliz – me obliga a mirarlo.

Mi labio tiembla un poco.

–Todo este problema se formó por mi culpa, lo lamento – me escondo en su pecho.

–No vuelvas a disculparte por las estupideces que inventen, Jenn – dice con firmeza, lo que hace que me encoja un poco y me aferre más a él. –Es su culpa, no la tuya – besa mi frente.

–No le digas esto a tus hermanos, pero el color de tus ojos es mi favorito – susurra en mi oído robándome una risa.

–No prometo nada – murmuro alejándome de él.

Me acerco a ambos y me dejan en medio de ellos, así que salimos del lugar donde apenas ponemos un pie afuera nos atacan con sus cámaras, micrófonos y preguntas sobre la situación.

Entre papá y mamá me protegen de los fuertes flashes ayudándome a avanzar cuando me paralizo un poco, mientras nuestros guardaespaldas también se ocupan en ayudar a mis padres.

Cuando finalmente logramos llegar al auto suelto un gran suspiro y me hundo en el asiento.

–¿Crees que nos dejen tranquilos después de esto? – le pregunto a mamá.

Ella suspira y se mantiene pensativa por varios segundos.

–No lo creo, cariño – hace una mueca. –No nos dejaran, hasta que otra persona cree otra clase de polémica más grande que toda esta polémica teoría – me sonríe en forma de disculpa.

Suelto un quejido, pero no vuelvo a hablar en todo en el camino, ambos me miraban preocupados, pero yo me encargaba de tranquilizarlos a ambos con pequeñas sonrisas de mi parte.

–Iré a cambiarme para entrenar – le informo a mis padres.

Ellos asienten y me sonríen. Mamá se acerca para abrazarme al mismo tiempo que deja un beso en mi mejilla.

–Todo mejorara – asegura. –Ahora, brilla como solo tu puedes hacerlo con tus hermosas coreografías – me alienta.

Sonrío y la abrazo.

–Te amo, mamá – aseguro abrazándola para contagiar un poco de seguridad a mi cabeza.

Todo este asunto me tiene demasiado insegura, no solo atacan mi lugar en la familia, si no que me atacan a mi como persona. Yo no le pedí a esta persona que se levantara un día y se le ocurriera cuestionar mi procedencia.

–Buena suerte, Jenn – me desea papá besando mi cabeza de dulce forma.

Le sonrío en respuesta.

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–¿Cuándo acabas tu instituto, Jennifer? – pregunta König después de largas horas de entrenamiento.

Olvidando a la princesa [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora