03| Ensayos y masajes

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—¿Cómo estás?

Abrí los ojos, mirando hacia la puerta. Santino estaba apoyado contra el marco, completamente vestido y maquillado. Había tenido una sesión de fotos, por lo que no lo había visto cuando había llegado.

Corrección; en todo el día.

—Me duele hasta el culo.

Se rió, adentrándose en el baño. Observé con atención como se sacaba la ropa, incluyendo los calzoncillos. Ese hombre era hermoso, pero desnudo... era una visión casi mística.

—¿Van a ser todos los días así?

Me tiré hacia delante, dejándole espacio para que pudiese meterse detrás de mí.

—El agua esta fría— avisé, a pesar de que probablemente ya lo sabía— Sí, le dicen campamento. Todos los días, muchas horas. Quieren acelerar el proceso para arrancar con las grabaciones.

Se quejó cuando metió su primer pie al agua, pero no frenó. Se sentó detrás de mí, rodeándome con sus brazos y pegándome a su frente. Apoyé mi cabeza mi cabeza contra él, soltando un suspiro.

Se sentía bien estar en casa.

—¿No es mucho, Euge?

Sonreí ante su preocupación. Giré la cabeza, estirando mis labios en su dirección. Su mano fue a mi mejilla, dándome un beso largo y profundo.

Lo había extrañado.

—Yo puedo— contesté, volviéndome a recostar sobre él.

—Lo sé, pero no quiero que te sobre exijas.

Agarré sus manos, levantándolas y llevándolas a mis tetas. Podía ser extraño pero me gustaba cuando me sujetaba. Incluso cuando estábamos acostados para dormir. Me dio un suave apretón, pero nada más.

Demándenme, me gusta que mi prometido me agarre las tetas.

Cerré los ojos, disfrutando el momento.

—Si es mucho, voy a decírtelo. Lo prometo.

Sentí como dejó un beso en mi cabello, satisfecho con mi respuesta. Nos quedamos en silencio un momento largo.

Respiré hondo, sintiendo una de sus manos soltar mi pecho para deslizarse sobre mi cuerpo. Bajó lentamente hasta llegar a mi entrepierna. Solté un gemido cuando usó su pulgar para estimular mi clítoris, mientras metía otros dos dedos dentro de mí.

Gracias a la vida por darle brazos largos.

Arqueé naturalmente la espalda cuando sus dedos empezaron a entrar y salir de mí rítmicamente. Mierda. Era demasiado bueno. Santino bajó su cabeza, besando y mordiendo mi cuello.

Estaba tan cerca de tener un orgasmo que era ridículo. Pero tampoco tanto. Él conocía tanto mi cuerpo como yo misma. La gota que derramo el vaso fue cuando su otra mano empezó a pellizcar mi pezón. Solté un gritito, deshaciéndome en sus manos.

—¿Mejor?

Solté un suspiro, asintiendo con la cabeza.

—Mucho.

Era la verdad. Estaba tan relajada que podía dormirme allí mismo. En una bañera de agua fría.

—¿Queres un masaje?

Abrí inmediatamente los ojos, deshaciéndome de sus brazos y levantándome. Él estalló en carcajadas mientras que yo me estiraba para agarrar dos toallas.

Nunca me iba a negar a sus masajes.

*****

Bueno, no habían sido solo masajes. Una cosa había llevado a la otra, como siempre. En fin, ambos estábamos agotados, pero despiertos. Acostados juntos en la cama, con la habitación completamente a oscuras.

—¿Puedo hacerte una pregunta sin quedar como un tóxico del orto?

Me reí honestamente, temblando sobre su pecho. Su mano me dio un pellizcón en el culo, dándome a entender que no era un chiste. Pero no estaba molesto. Nunca se molestaba.

—Sí, te doy permiso— bromeé.

Silencio. E inmediatamente supe sobre qué iba a ser.

Más bien quién.

—¿Qué onda Valentín? ¿Cómo fue todo?

Llevé mi mano a su pecho, acariciándolo.

—Fue como bailar con cualquier otro. Sí, tiene una actitud claramente coqueta. Pero creo que es su personalidad. Y no hizo nada que fuera desubicado. Se concentró en aprender la coreografía y bailarla.

Pude sentir como soltó un suspiro que probablemente ni notó que contenía.

—Me alegro de que todo haya ido bien.

Giré mi cabeza para poder besar su pecho.

—Te amo.

—Y yo a vos.

Me rindoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora