—¿Quién fue?

Todas eran preguntas que papá me había enseñado, siempre decía que cuando se me saliera un tornillo pregunta que, como, con quien y cuando.

Decía que eso hacía él cuando se le deschavetaba el cerebro.

El doctor estaba preparando una inyección, tomaba y sacaba líquidos de sus estanterías y no se tomaba ni el tiempo ni la atención de voltearme a ver.

—La verdad no estoy muy seguro, creo que solo se estaba cortando el cabello cuando entraste en crisis, nombre parecido a tu apellido ¿Clark, Marck, Zac? Algo por el estilo.

Yo abrí mis ojos, y recé por equivocarme de nombre.

—¿Park?

El doctor asintió, y yo sentí mi corazón detenerse. Tenía que ser una broma. Era una broma.

Me repetí que tenía que ser falso, fingiendo que el daño no estaba hecho ya.

Park me había visto actuar como una verdadera loca, es decir, sí, estoy loca y lo que quieran, pero Park no tenía por qué saberlo.


Park Fawcett


Llegamos con el director, este tenía su sonrisa de arrogancia y sus ojos de burla que siempre lo caracterizaban, estaba sentado leyenda un periódico que no me moleste en observar, se supone que los presos no debíamos saber nada de lo que hay más allá del mar.

—Park Fawcett, delincuente de menor primordialidad y cuyo único delito fue ser muy tonto—comenzó el con su voz rasposa y arrogante —Es un gusto verte.

Él sonrió, pero yo no lo hice, me imaginé a Akela, ella no hubiera sonreído.

—Me entere de lo que le paso a Clark —fruncí el ceño —Y también me entere que tu fuiste quien estaba con ella con ella cuando le dio su crisis.
No hablé.

El hombre se me quedo viendo unos segundos, él no me analizaba como lo hacía Akela, el solo observaba, sin ir más profundo, no me conocía, y gracias a Dios yo no lo conocía a él.

—Me dicen que eres cercano a Clark, pero ¿cuáles son tus intenciones? ¿Huir con ella y ser amantes prófugos?

—¿Es por una tontería así que ha decido llamarme? ¿O sí tiene algo importante que decirme?

El director borró la sonrisa de su rostro, se me quedo viendo unos segundos para después tomar un bolígrafo de su escritorio, lo tomo entre su mano izquierda y apretó para sacar la punta varias veces.

Me miro desafiante, burlándose y riéndose de mí.

—Bueno, ya que insiste, Fawcett —frunció el ceño y volteo a observarme —Lo llamé porque quiero saber acerca del ataque de pánico que tuvo Clark.

Apreté los puños.

—No hay nada que contar, ella solo estaba asustada.

El director sonrió, parecía que sabía algo que yo no, y eso me enfermaba, me molestaba saber que él siempre tendría más poder.

—Puedo notar que no estás bien informado. —Fruncí el ceño —Pero parece que si no lo sabes, entonces no me servirás de nada, gracias por venir, Fawcett, pero ya puedes irte.

Fruncí todavía más el ceño. ¿Saber qué? ¿Tenía que ver con Akela? ¿Por qué sabia él, algo de Akela que yo no?

—¿Podría... decirme a que se refiere?

El director sonrió, sus dientes eran blancos y perfectos, pero su rostro desfiguraba su sonrisa.

—A la esquizofrenia de Clark, quiero saber del tema porque le dejé encargada a mi hija, supuse que ya lo sabrías, los guardias dicen que ustedes son como uña y mugre últimamente, pensé que me podrías dar detalles. Pero sin duda alguna no eres tan importante como pensé que serias.

Los amantes de Alcatraz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora