Mi padre parecía a muy poco de perder su paciencia, pero se contuvo. Respiró profundamente y continuó con educación.
—Tengo varias propuestas que ofrecerte que no involucran a mi hija. Y realmente beneficiarán a tu reino.
—¿Crees que tienes algo que puedas ofrecerme que no tengamos ya? —rió incrédulo mientras se acercaba al bar para servirse un vaso de whisky—. ¿Deseas? —le ofreció a mi padre y él se negó, luego se llevó el vaso a los labios, bebiendo lentamente, mientras nos observaba por encima del vidrio con esos ojos endemoniados. De pronto me vi comparándolos con los de su hijo mayor: el tono rojizo era el mismo, pero había algo que aún no podía identificar que los hacía ver muy diferentes. Por otro lado, Gonzag parecía estar disfrutando que mi padre estuviera ahí, casi que rogándole para que nos ayudara, y se estaba tomando toda la libertad de disfrutarlo el tiempo que él quisiera.
No lo soporté.
—¡Hay personas que están murien...! —me quedé callada cuando mi padre alzó su mano señalando que tuviera paciencia.
Me mordí los labios y agaché la cabeza. Prometí que obedecería, aunque este rey lo estaba haciendo muy difícil.
—Este whisky está delicioso—dijo Gonzag al terminar su bebida, tan indiferente como frío ante nuestra situación—. ¿Seguro que no quieres? —mi padre se volvió a negar y Gonzag se sirvió otro trago—. De acuerdo. Voy a oír tus propuestas. Pero quiero que esta conversación sea privada. No quiero que nadie nos interrumpa.
«Eso seguro fue mi culpa. No debí abrir mi bocota»
—Isabella, espérame afuera por favor—me pidió mi padre.
Sin más que hacer, tuve que salir del salón, y ya afuera, dos guardias cerraron las puertas y se pararon firmes frente a ella con unas armas en el pecho, lo que significaba que no podía seguir oyendo la conversación a través de la puerta.
Debía hacer tal cual lo que mi padre me había pedido y esperar afuera hasta que él saliera y me contara todo lo que habían hablado.
O también...
Podía dar una vuelta por el palacio y "accidentalmente" hallar el balcón que había en el salón y, tal vez, escuchar un poco sobre el acuerdo en el que iban a quedar.
Sí, la segunda opción parecía la más prudente.
Sin perder más tiempo, caminé hacia los jardines del palacio. Encontré algunas personas que trabajaban ahí, pero estaban muy ocupados con lo suyo como para prestarme suficiente atención. Del lado al que fui no había nadie excepto uno de esos pavos reales con sus plumas abiertas y coloridas, entonces continué con seguridad y encontré varios balcones- no a muchos metros del suelo- y todos daban a un salón distinto; afortunadamente, mi vasta experiencia en escabullirme me hizo ser lo bastante precavida como para contar las puertas por dentro del palacio mientras salía. Sabía que era el quinto balcón de izquierda a derecha. Al dar con el que era me acerqué para analizar mi siguiente movimiento.
Me quité las sandalias mientras miraba a mi alrededor. Tenía un obstáculo: un arbusto frondoso abajo del balcón, sin embargo, no era difícil de esquivar si iba con cuidado. Puse un pie a lado del arbusto y me sostuve de la red de madera para enredadera, que me servía como escalera y que estaba pegado a la pared. De todos modos, no estaba tan arriba. Sería sencillo llegar en unos cuantos pasos y volver a bajar cuando tuviera que regresar.
Por un momento me detuve y tanteé la idea de regresar al palacio y dejar todo en manos de mi padre, más habían sido tantos años de guardarme información-por mi bien, según decía-que ya no confiaba en que fuera a contarme todo. Y necesitaba enterarme de todo. Las vidas de miles de personas estaban en juego y quizás yo podía hacer algo más que verme bonita y saludar. Esto se ganaba mi padre por tratarme como una niña, aunque irónicamente lo que estaba a punto de hacer no era muy maduro de mi parte.
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BASTARDA
RomanceIsabella es una mujer rebelde y más lista de lo que los hombres creen bajo esa fachada de princesa encantadora. Los hombres son aburridos para ella y está segura que está mejor sola, pero las vueltas del destino la obligan a enfrentarse a una decisi...
Capítulo 6
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