«Te Prometo Que Alguien Mejor Aparecerá»

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Tobio los observó de reojo, viendo a los tres todavía cansados y perezosos, como si tuvieran la almohada pegada a la cara. Las hebras revoltosas de su pareja estaban más despeinadas que de costumbre, Hishou tenía algunas levantadas al aire, incluso pareciera que tuviera unos cuernos. Sora, para su sorpresa, estaba bien despierto, con sus grandes ojos azules mirando al adulto.

—Buenos días. —Kageyama por fin habló, ocultando el hecho de que no quiso despertarlos al ver a los tres dormidos acurrucados entre ellos hace media hora atrás en la cama matrimonial.

A pesar de que Sora tuviera su propia habitación que Tobio pintó y acomodó cuando Shoyo se encontraba en gestación para mayor seguridad, no era un secreto que su esposo lo quería mucho, lo amaba tanto que, de igual forma que pasó con Hishou en su tiempo, todas las noches dormía con ellos el pequeño bebé. Para colmo de los colmos, Hishou diario se metía entre la oscuridad de la casa al cuarto de sus padres y se sumergía entre las cobijas para quedar con los tres cuerpos dormidos. El resultado diario era la pequeña familia de cuatro personas durmiendo juntos en la amplía cama matrimonial.

Esa mañana Shoyo estaba aferrado al abdomen de Tobio (tuvo que ser cuidadoso para no despertarlo), Sora en medio con su pequeña manita sobre la mejilla de Shoyo y a Hishou durmiendo arriba del adulto, abrazándose a él como si fuera un koala. ¡Qué tiernos!

Kageyama sacó el huevo bien cocido, colocándolo sobre el último plato de arroz. Tres pequeños platos con arroz y huevo, y un pequeño plato con papilla de manzana casera que hizo esa mañana.

Al pasarlas a la mesa y que todos se sentaran, Shoyo le entregó a Sora a Tobio. Era su turno de darle de comer. 

Los ojos de Hishou brillaron de la emoción al ver la comida, juntando las palmas de su mano y dejando que su piel blanca se llenara de un potente color rojizo lleno de esperanza.

—¡Gracias por la comida! —agradeció en un grito, no esperando más para meter los palillos en el plato y empezar a devorar la comida a una velocidad impresionante. Shoyo sonrió al ver las acciones de su hijo mayor, todavía cansado, dio un bostezo y tocó a tientas el sitio donde estaban sus palillos y acercó más su plato. Al mismo tiempo en que metió los palillos, se dedicó a observar a su pareja, cargando al menor en sus brazos y alimentándolo con la cuchara llena de papilla. Hishou volvió a dejar caer su mirada sobre la comida que su hermano digería, no aguantaría mucho tiempo si seguía mirando su comida de esa forma.

El almuerzo se pasó tranquilo, de vez en cuando con pláticas rutinarias de Hishou y Shoyo que influían en respuestas cortas de Tobio. Todo absolutamente sosegado y nada fuera de lo normal, claro, si no se contaba con la seriedad afianzada de Kageyama en sus palabras y en su nube de pensamientos.

—Hoy iré a ver a mi abuelo —respondió Tobio, deteniendo todo el ambiente tranquilo de la pequeña familia Kageyama. Hishou guardó silencio, sabiendo de sobra a qué se refería, todos lo sabían.

—¿Irás solo? —cuestionó Shoyo con mucha tranquilidad, viendo al hombre que estaba sentado a su lado, con su habitual perfil serio. Tobio miró sin tapujos a su pareja, y muy a lo inesperado por las respuestas de años anteriores, por vez primera, negó—. ¿Vas a ir con Miwa-san? —Kageyama Tobio volvió a negar.

—Pensé que quería llevarlos a los tres, ¿no les importa? —cuestionó por fin el hombre ante esa pregunta, y tanto Hishou como Shoyo se quedaron paralizados y con la boca algo abierta. Sora ni siquiera entendió bien a qué se refería, pero al ver a su padre y hermano notablemente sorprendidos y tras captarlo en sus pequeños ojos azules que exploraban el mundo con curiosidad, volvió a mirar a su padre, y también abrió su pequeña boca con «sorpresa» al querer imitarlos.

Cuatro Son Multitud ² [KageHina Family] | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora