- Te has conseguido una casita encantadora y por lo que veo también te has buscado un novio nuevo.

- No, eso no es...

- Tranquila, el idiota soy yo por leer una notita falsa en la que ponía algo más falso aún.

Él se levantó de la butaca y dejó caer en el suelo un ramo de rosas. Aquella escena le partió el alma. Había cruzado el país para ir a verla por su nota, le había estado esperando en el porche con ese frío y le había comprado un precioso ramos de rosas. Las lágrimas se le acumularon en los ojos y algo parecido a un sollozo escapó de su garganta. Ella no se había olvidado de él ni un solo segundo y él tampoco de ella. ¡No la había olvidado!

- ¡Inuyasha!- agarró su brazo cuando pasó junto a ella intentando detenerlo- no... no es lo que parece... él...

Él es tu nuevo amiguito íntimo, ¿no?- le recriminó- aunque el pobre se ha quedado sin el premio esta noche... ¿o ya te lo has llevado a la cama? Me equivoqué contigo. No eres mejor que Kikio ni que ninguna otra de esas modelos huecas- su mirada la acongojó- puede que seas hasta peor y más retorcida, Kagome.

- ¡Espera, por favor!- le gritó.

¿Cómo pudo ser tan idiota? Se pasó días enteros junto a la puerta de su anterior apartamento suplicándole que le escuchara, implorándole perdón y rezando porque ella no se marchara. Se marchó a su siguiente trabajo en Francia con el corazón en la mano porque tenía que alejarse de ella y temía que cuando volviera ya no estuviera. Acertó. Cuando volvió, lo primero que hizo fue correr hacia su piso y se lo encontró alquilado por una cincuentona divorciada y con dos hijos adolescentes problemáticos. Al entrar en su piso, en el suelo, había una nota. La desplegó y leyó las palabras más maravillosas que había visto en toda su vida. Leyó y releyó esas malditas dos palabras una y otra vez. Incluso llevaba esa maldita nota guardada en su cartera para poder mirarla. Él sentía exactamente lo mismo y había cruzado medio maldito país para decírselo. Llegó muy tarde y le extrañó no encontrarla en casa pero esperó en el porche con el ramo de rosas y todo un porvenir lleno de esperanzas. ¡Qué iluso fue! Ella apareció en el coche de otro tipo, con un vestido diminuto y una sonrisa de oreja a oreja. Vio como el otro tipejo la besaba y ella se despedía amablemente de él. Invitarle a su casa y ver como ambos pasaban junto a él para entrar a tener una buena sesión de sexo hubiera sido la gota que colmaba el vaso.

Ella le llamaba. ¿Por qué iba a responderle? Se cruzó todo el maldito país para pedirle matrimonio y que tuvieran hijos y ella se lo pagaba de esa forma. No había guardado luto por él ni un solo mes entero. ¿Amarle? Una mujer que le amaba no podía comportarse de esa forma. Una vez en su vida había flaqueado con una mujer y justo le ocurría lo que siempre temió: enamorarse de una mujer que no le amaba.

- ¡Te amo!

Oírlo de sus labios era mucho mejor que verlo por escrito pero eran palabras falsas. Aunque sonara tan real, tan auténtico... era todo mentira.

- ¡Es verdad, Inuyasha!

Escuchó sus pasos a su espalda y antes de que pudiera abrir la puerta de la valla, ella se abrazaba a su espalda suplicándole que le escuchara. En ese momento se recordó a sí mismo junto a la puerta de su apartamento suplicando por un poco de atención, por una oportunidad. La escucharía pero porque sabía de antemano lo que se sufría cuando te daban la espalda y te negaban incluso la oportunidad de hablar. La escucharía y luego se marcharía y se emborracharía.

- Habla.

No se lo podía creer, Inuyasha iba a escucharla.

- Entra en casa, por favor.

¿Y que lo tuviera a su merced?, ¿qué haría?, ¿se quitaría ese precioso vestido y exhibiría esas curvas que él tanto idolatraba? No iba a permitir que le manipulara de esa manera. Se giró dispuesto a dejarle bien claras las cosas pero cuando vio que ella temblaba de frío se arrepintió y asintió con la cabeza. Se dejó guiar hacia la puerta de la casa y entró cuando ella abrió la puerta y le invitó. La casa era tan acogedora como su anterior apartamento y ya estaba perfectamente ordenada y decorada. Kagome debía haberse tirado esas últimas semanas preparándolo todo.

Regalo de navidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora