– ¿Qué hora es? — susurró adormilada mientras apoyaba su cabeza en el pecho del peliblanco.

– Aun no es hora de irte — afirmó, también susurrando —. Duerme un poco más

No hizo falta decir nada más para que se volviera a acomodar entre sus brazos. Definitivamente, Satoru quería proteger ese calor que le otorgaba la chica en su pecho. 

Quería protegerla de las mariposas negras que siempre le acechaban.

Recordó inconscientemente las primeras veces que las vio, y como rápidamente se había visto enamorado de ella. De sus gestos y de sus defectos como cuando algunas veces respondía de forma algo borde, o cuando tenía que hacer ejercicio y se quedaba atrás. Miyuki, tras ese escudo de respuestas bordes e innumerables defensas para no hablar de si misma, tenía un corazón puro y humilde. Ella nunca sería capaz de hacerle daño a alguien por voluntad propia (aunque tenía su pequeño lado sádico que salía cuando ya tenía que defenderse), y siempre que podía ayudaba de forma sutil a los demás, sin llegar a exponerse lo suficiente como para que luego le dieran las gracias. En el mundo de la hechicería seguramente se la comerían.

Se había acostado con otras mujeres previamente, aunque solo eran aventuras de una noche, como mucho dos porque le había gustado como lo había hecho con ella. Pero desde que conoció a Miyuki y ella comenzó a producir aquel agradable sentimiento en su pecho, tuvo la necesidad de probar a tener una relación seria por una vez, dejando a un lado lo sexual. Al principio se sintió atado a ese compromiso, pero solamente hizo falta el día que ella salió del hospital para darse cuenta de que no le tendría atado a ella si él no quería, porque Miyuki era un trozo de pan que debía de haber pasado por algo muy gordo como para estar lista para que le dejen sola en cualquier momento.

Él lo notaba, notaba como ella se cerraba con las demás personas. Algo le había sucedido en el pasado que le había llevado a eso, estaba seguro, pero tenía que dejar que ella se abriera con él. No podía presionarle para sacarle esa información. Aun así, sintió que a pesar de lo mucho que le había costado que la fémina se abriera con él para confesarle sus sentimientos románticos, podría escuchar aquel evento en algún momento.

La observó de nuevo entre sus brazos, y rió suavemente mientras apoyaba su cabeza sobre la de ella, y ella rodeaba su pecho con los brazos. ¿Por qué esa mujer conseguía producirle tantos sentimientos distintos a la vez?

– ¿De qué te ríes? — preguntó entre curiosa y somnolienta, al borde de dormirse de nuevo.

– De lo mucho que me gustas Miyu — no hizo falta una respuesta cuando sintió como el suave agarre en su pecho se apretaba suavemente y como la respiración de la fémina se volvía más lenta.


·····


– Claro que lo sé — respondió tras unos segundos de silencio el profesor, dándose la vuelta para irse de nuevo.

– ¿Le enseñarás lo qué haces? — la nueva pregunta del director provocó que se volviera a parar.

– ¿Esto es un interrogatorio? — preguntó él esta vez, girando ligeramente la cabeza.

– Simplemente quiero advertirte de que tengas cuidado con quien descubre tus secretos, Satoru — sacó de su bolsillo un pequeño sobre cuadrado, no más grande que su mano, en el que se notaba desde fuera que en el interior había algo con forma de circunferencia. El peliblanco en menos de un segundo apareció delante suyo para arrebatarle el objeto de la mano y guardarlo en el bolsillo, percatándose inmediatamente del agujero que había en este, siendo la razón por la que se le había caído —. Que yo sepa (y eso que soy el director), aun no tenemos un seminario sobre sexualidad — dijo mientras que veía como el maestro se iba molesto, permitiéndose una sonrisa de lado al ser por fin el que molestaba. Confiaba en que Satoru hiciera lo correcto.

𝓛𝓲𝓽𝓽𝓵𝓮 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽 | Gojo Satoru |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora