Tenía a Ymir, a SU Ymir.

Le ordenó a la morena que se deshiciera de cada uno de ellos, que limpiara hasta la última pizca de mierda, que no tuviese compasión alguna.

Gustosa, aceptó la orden.

Un día desapareció un hombre, otro día dos, los demás no sabían que sucedía, sólo se enteraban cuando tenían un cuchillo en la garganta y la risa de Ymir metida en la cabeza.

Al final, como previó Reiss, quedaron sólo ellas.

Pero le pareció perfecto.

Iniciaría Titanes desde cero.

Con chicos que sí le fuesen leales.

Con Ymir como su mano derecha.



Ymir estacionó su audi en el estacionamiento subterráneo de la mansión Reiss. Bajó del vehículo, con la creciente ansía reflejada en su rostro; le abrió la puerta a Historia, quien tenía una mirada libidinosa, y ambas caminaron al ascensor, muy tentadas a comenzar con lo suyo antes de llegar a su habitación.

No lo hicieron porque en el elevador se encontraron con alguien más, alguien que venía de los niveles inferiores de la mansión, donde tenían las habitaciones de interrogatorio y algunos cuartos dignos de películas de terror. El chico tenía cabello castaño, ojos turquesa de mirada intensa y una mueca de enfado casi permanente en el rostro.

-Reina-. Saludó respetuosamente, manteniendo la mirada baja hasta que recibió la señal de que podía verle a los ojos. -Fenrir-. A ella le saludó un poco más relajado, casi de igual a igual. -Volvieron temprano-. Dijo con aire casual, como si no tuviera sangre seca en los nudillos, en el rostro y en parte del fino traje que portaba.

-Terminamos antes de lo esperado-. Contestó Ymir, ya que Historia de repente se sumió en sus pensamientos. Probablemente pensaba en lo que le haría a la morena una vez que estuvieran a solas.

-Ya veo-. Escaneó a la chica. -Al parecer te cambiaste. ¿Te salpicó mucha sangre, Fenrir?-. La ropa de Ymir era exactamente igual a la que usaba antes de salir, pero el chico era muy observador, al menos cuando así le convenía.

Ymir sonrió con burla. -Lo mismo podría decirte. ¿Se puso difícil tu víctima, Jaeger?-. El chico soltó una carcajada.

Historia dejo que conversaran a sus anchas.

Ymir era su segunda al mando.

Y el chico ahí presente, Eren Jaeger, era el tercero.

Eren había ingresado a Titanes seis años atrás, junto con su hermanastra Mikasa Ackerman, y el mejor amigo de ambos, Armin Arlert. Jaeger era un chico impulsivo por naturaleza, violento hasta la medula, y por eso la sociedad le había hecho a un lado sin pensarlo, sin embargo, Reiss tomó ese burdo hierro y lo templó hasta convertirlo en acero mortífero.

Pero su verdadero valor, tanto el de él como el de sus dos compañeros, no era su completa eficacia, claro que no, su verdadero valor residía en el hecho de que los tres le profesaban una lealtad irrompible a La Reina.

Las puertas del ascensor se abrieron en el segundo piso. El castaño bajó ahí. -Iré por la revancha contra Armin-. Tenía la costumbre de intentar derrotar a su amigo en cualquier juego que se atravesara, por aquellos días se trataba del billar.

-Date una ducha primero, apestas a sangre-. Se quejó Mikasa, quien estaba sentada junto a Armin, en el sillón frente a la mesa de billar.

Eren le miró con cierto reproche, como era habitual cuando Mikasa lo regañaba. -¿No deberías estar revolcándote con Annie?-. La chica ni se inmuto, simplemente se encogió de hombros.

FenrirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora